27 febrero, 2006

Interludio conquense



Y bueno, después de una semana bastante horrorosa (uno de cuyos cadáveres ha sido una entrada sobre el veintitresefe que estaba muy bien pero que ahora ya no tiene mucho sentido publicar), pues que nos fuimos a Cuenca, oiga.


Como es bien sabido, este año cumplo cuarenta años, y conmigo buena parte de mis amigos de diversos origenes. Entre ellos, el grupo que podría llamar "Amigos de la Facultad", ninguno de los cuales -paradójicamente- fue compañero mio de Licenciatura, pero ese es otro asunto. Sería gracioso-patético glosar el origen del Colectivo en cuestión, ahora que lo pienso. O no, qué coño: son historias con más de veinte años. Prehistoria, en realidad.

Bueno, pues lo cierto es que a principios de este año consideramos que debía hacerse algo, todos juntos, para celebrar el magno evento, y a mi muy querido D. se le endosó (o fue por votación, o se ofreció voluntario, qué sé yo) la tarea de organizar un viajecito de güiken, que era una modalidad cómoda de celebración. D., que es muy apañado (y que en razón de su condición funcionarial-alto-cargo-docente tiene bastante más tiempo libre que el humano trabajador medio, todo sea dicho) organizó un sistema de votación por e-mail para puntuar posibles destinos, y una vez elegido muy e-democráticamente el destino (Cuenca) se procuró un hotel adecuado, exploró aquí y allá los lugares adecuados para comer e incluso por dónde estaban los garitos. Muy de agradecer.

Lo que no pudo organizar fue el tiempo atmosférico. Eso, no.

Viernes, 24, febrero de 2006.- Dado que ya habían advertido de la que climatológicamente se venía encima, y con gran dolor de mi corazón, opté por no coger mi coche (no olvidemos: techo de tela, tracción trasera, ruedas de atrás talla 265... el vehículo perfecto para nevadas, ciertamente) para este affaire, e irnos en el familiar. Semejante gesto de madura renunciación fue muy aplaudido por MBO, y yo lo recordé con gozo el domingo. Pero vamos, cronología. El viernes tarde endosamos a la progenie a mis padres y emprendimos ruta hacia Cuenca, que, como Teruel, también existe, pero está en un punto del mapa igualmente poco gestionable. Unos 350 kilómetros de los que 40 serían de autovía. En fin, la N-420 (sí, esa que hoy está cerrada al tráfico rodado) es una bonita carretera con mucha curva que re-visitaré para disfrutar del arte del contravolante, pero nunca fuera de verano. No estoy muy seguro de que por ahí no pueda nevar en junio.


Llegamos al hotel como a las 20.00, y nos fuimos acto seguido a cenar unas tapas. Mal. Muy mal, rematadamente mal. Luego nos contaron que los sitios de tapas de alrededor de la Catedral son el horror. En rigor, lo que habría que decir en primer lugar para entender esto es que hay como dos Cuencas: la primera, la antigua, es bastante hermosa. Gimnástica también (se sube y se baja mucho), pero gusta. La moderna, sin embargo, es toda demolible sin apenas excepción. Pues bien: curiosamente, el Ayuntamiento ha decidido peatonalizar en buena medida la parte vieja (que está bastante arriba -Cuenca se contruye sobre un desfiladero, más o menos-) y de ese modo ha vaciado en buena medida los bares y locales de esa zona, cosa que se ha cargado su calidad. Si a eso le añadimos que la alimentación básica conquense se funda en el Zarajo y el Morteruelo (y no preguntéis qué son esas cosas: en este blog no se habla de porquerías), pues eso: mal.

Con una cena de dos tomates, un poco de queso y tres pedazos de jamón, una semana de infarto a mis espaldas y todo eso, lo cierto es que una vez recibidos todos, dados los besos preceptivos y los grandes abrazos, nos tomamos un par de copas, cogimos el coche y nos fuimos a momí.

Sábado, 25, febrero de 2006.- Me gustan los Hoteles AC. Aunque no sean para echar cohetes (sobre todo es que hay como diferentes categorías entre ellos, desde uno precioso ubicado en un chalet de la Exposición Universal de Sevilla de 1928 hasta el de Tarragona o Cuenca, mucho más simples, y uno nunca sabe dónde va a caer), son generalmente cómodos, suelen tener colchones duros, almohadas confortables, suelen servir un desayuno adecuado con zumo de naranja natural y en general la ducha funciona bien. En éste, esto último, no: por ciclos de trece segundos, me abrasé y congelé. Muy tonificante, muy ducha escocesa, muy me cago en su puta madre dado que ahí fuera estamos a -3. Pero no pasa nada; son las 10.30 y nos juntamos en el salón los 21 elementos que comprenden toda suerte de dedicaciones (legales: hay arquitectos, químicos, funcionarios, profesores, etc... hasta tenemos a una artista de renombre y valía) y actitudes vitales (sanas). Eso sí, todos desayunamos como Hienas de la Sabana y con ese ánimo reforzado salimos a los menos tres grados celsius, evitando volver a las habitaciones a disfrutar lo que bautizamos como la "Siesta del Ternero", que es la que se hace después de desayunar, y que no debe confundirse con la "Siesta del Carnero", que se disfruta antes de comer. Atención al matiz, eh.
Cuencia es una ciudad razonablemente paseable incluso con frio y moquiteantemente. Eso sí: para alguien con un vértigo tremebundo, hay una putada de mucho fuste:








Se llama el Puente de los Suicidas, muy acertadamente. No creo que hagan falta más palabras. Uno, que es muy bravo, pasó. A toda leche y con los ojos fijos en la calva del paseante que me precedía. Casi muero de terror, se los (sic) juro. Luego del largo paseo comimos en un sitio de Tapas llamado La Ponderosa (rápidamente rebautizado por Ch. como el Bonanza, naturalmente) que, éste sí, me reconcilió con la gastronomía conquense. Ha de decirse que como quiera que este sábado era la Coronación del Obispo en Cuenca (Whatever that could be) vimos millones de alzacuellos y clergymans, y una cantidad de monjas juntas que no recuerdo haber visto desde hace décadas. Y sí, el Presidente de la Comunidad de Castilla La Mancha tiene precisamente esa cara de ilimitada inteligencia que muestra en las fotos.
La tarde se dedicó a la visita del Museo de Arte Contemporáneo: una buena colección y la tan previsible reiteración de la dialéctica figuratividad-abstracción que no merece comentario adicional. Me encantó.

Una siesta de media tarde que me sentó como un tiro, cena correcta-grata-y-cara y finalmente miles de copas y bailoteo en un lugar, el Nashville, de lo más recomendable: música con criterio, nada de amontonamientos. Conforme iba entrando gente, veíamos los copos de nieve que caían y pedíamos más copas para entrar en calor. Que nos dieron las seis de la mañana, oiga!

Domingo, 26, Febrero de 2006.- Algunas veces, la vida... dice la canción. Y sí, algunas veces la vida le ilumina a uno y decide que dado la que se está montando, en lugar de regresar a Zaragotham por la tarde, con gran dolor de su corazón va a besar a las chicas y abrazar a los chicos a las 12.00 y va a coger el largo camino a casa. Y menos mal. Tuve que poner las cadenas en un momento dado y MBO, mujer generalmente templada, estuvo absolutamente histérica durante unos cien kilómetros, al punto que cuando paramos a comer en el Parador de Teruel MBO me indicó: "Hans, me vas a disculpar: tengo unas náuseas tremendas, no voy a comer nada y me voy al coche a descansar: sólo el olor de la comida me está poniendo mala". Pobre mía. Comí, pues, solo, y luego reenganchamos el camino, que fue francamente (sic). Os recuerdo que de Teruel a Zaragotham sigue sin haber más que un pequeño tramo de Autovía (Teruel es la única ciudad de España sin enganches exteriores mediante doble carril, salvo exiguos pedazos dirección Zaragotham y dirección Valencia), cosa que se compensa con una cantidad abusiva de camiones. Todo ello, imaginaréis, hace especialmente grato que nieve a toda leche. Vamos, el viaje perfecto para hacer en un deportivo que no levanta un metro del suelo. Menos mal que a veces tengo sentido común. Mis amigos, que salieron justo después de comer, estaban a las 22.00 de ayer en La Almunia, pues les habían desviado de la Nacional Teruel-Zaragotham, que estaba completamente impracticable.

Releo lo escrito, y creo que no puedo cerrar la entrada sin mencionar que nos lo hemos pasado muy, muy bien, aunque parezca lo contrario; eso sí: yo, que jamás me cansó de conducir, llegué a casa, me comí una fruta y me metí a la cuna a dormir un montón de horas del tirón.

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese puente de los suicidas es un auténtico infierno, doy fe.

_R_ dijo...

Si, hablemos de porquerías. El morteruelo no lo conozco pero el zarajo me parece algo sublime. Y es que es nuestra capacidad de adaptación y el instinto de supervivencia lo que nos hace capaces de comernos un chupa-chups de tripas de bicho.
Por lo demas, que bien lo pasan los jovenes, oiga!

Anónimo dijo...

Ah, sí, ya sé lo que es el morteruelo y sí me gusta. Me gusta muchísimo, aunque prefiero no conocer su composición exacta. Te aconsejo lo mismo.

Awake at last dijo...

¿Y no os dieron el licor ese horroroso que hay en todas las tiendas de souvenirs junto con el alajú? (de infausta resaca, por cierto, XDDD)

Besos!

Hans dijo...

Lo de chupa-chups de intestinos sde bicho es muy exacto. Y no, no dejé que me diesen RESOLÍ, ess producto letal tan evocado en el blog de Juan :D A cambio me dieron un orujo tremebundo que casi acaba conmigo.

Xurri dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Xurri dijo...

Nieve, nieve, urg.

El fin de semana pasado dudábamos entre esquiar o barcelonear. Al final paseamos por la playa. Sin cadenas.

Anónimo dijo...

Hans,
Next time, try no chains but winter tyres!! Ay ay ay qué fatiguitas!!! Sí, es verdazzzz, se pasa fatal... no me extraña lo del mareo y malestar general!!!
Btw, happy birthday!!