30 octubre, 2006

Libramientos vencidos. Vencidísimos.




QL me abroncaba livianamente el otro día: no se puede tener un bló si no se atiende. Y coño, claro que tiene razón. Sólo que.

Sólo que yo qué sé, que no me puedo dar excusas ni siquiera a mí mismo, salvo la manida, agotada, del mucho trabajo y las muchas inquietudes, no por ciertas menos rancias, caramba. Once de octubre: día de la entrada anterior. Han pasado diecinueve jornadas. Vaya desastre.

En fin: sobrecargas laborales y preocupatorias aparte, cosas he hecho, libros he leido, acontecimientos espero (coño, parezco Yoda). Cronología, bitte, aún sin ánimo de exhaustividad coñazo, que luego los blós devienen relatos pormenorizados del proceso de estreñimiento del blogger de turno, y no queremos eso.

Una vez celebrada la festividad de Santa Leovigilda, nos largamos con las tres UP's a pasar el fin de semana frente al mar en la casa que mis primos arquitectos se han hecho en Comillas. En rigor, nos dimos una dosis de Cantabria octubrina, que aún soleada no deja de administrar un Otoño como Dios manda. Cuando llegaron a Comillas, lo que en rigor hicieron mis primos fue comprarse un amanecer; hecho esto, lo rodearon de una ventana bien equilibrada (muy ancha, muy estrecha, justo a la altura de los ojos enfrente de su cama) que permitiese gozarlo con la debida mora aderezando nube baja, monte, mar y sol. Finalmente, contruyeron todo alrededor una casa-de-arquitecto, que es una cosa que me da mucha envidia, sobre todo porque los arquitectos, cuando se hacen casas para si, levitan, sí, si bien sólo a medio palmo sobre el suelo, de manera que toda la casa tiene su dosis de Arte (con mayúscula) y sin embargo los lavabos funcionan convenientemente y la cocina está donde debe estar (y el cubo de la basura se encuentra con facilidad). Form&Function adecuadamente equilibradas, o sea. Nada de integrismos. A destacar, aparte de tanta belleza y conceptualidad, el arroz con bogavante que nos empotramos en San Vicente de la Barquera. Que somos espíritu observador de la belleza, pero también corporeidad necesitada de suculento alimento (y UPMM, mucho más. El disgusto de perderse 'Estas fiestas tan entrañables y tan nuestras' se vio parcialmente compensado por estas pequeñas cosas).

Hubo otro fin de semana más entre medias, que pasé en MAD. El domingo tenía cita con unos cuantos aventados, una cosa tipo 'Los Autos Locos', para ir a hacer curvas, de manera que dormí (poco) en la Villa y Corte, efectuando unas consumiciones con Att, Quic, Sue y D. a quienes debía yo una cena. Gran noche, a fe, no sólo por lo excelso de la compañía, si no también porque mi ego se reforzó sensiblemente al encontrar colgado en la pared del Moloko -gran garito, por cierto: una música excelente- un affiche de un viejo concierto de Los Modos. Por los demás, al día siguiente la corriente de autoestima no decreció, al demostrarse que, a pesar de esta edad provecta, uno sigue teniendo la debida destreza manual y no le mojan la oreja. Sin lluvia ni niebla, el trazado debía ser cojonudo, por cierto. Conste que se lo conté a algún blogger que también tiene afición a estas cosas, por si quería venir pero al final se rajó, jisjisjisjis.

Y este finde, en Sevilla, hemos tenido la que supongo será la última fiesta de cuadragésimo cumpleaños del año 2006, una fiesta muy seria y formal, de traje y corbata, pero bastante divertida, sin embargo. Si no fuese por el tremendo trancazo que arrastraba, que se incrementó exponencialmente en el viaje en tren y que me tiene sumido en el dolor de cabeza más jodido y en el moqueo y carraspeo sistemático, hubiese estado perfecto (actualización al cierre: no. Mañana mi amigo D. se paga una copa, que para eso ha cumplido hoy esa edad que Vdes. ya adivinan.)

Los pasados días veintidós y veintitrés acudí a un seminario de esos de "Cómo ser un ejecutivo cojonudísimo", así que ya puedo decir implementación, autodiagnóstico y sinergias sin trastabillarme (y lo que es más importante, sin partirme de la risa).

Entre medias, como digo, una ingrata sensación de stand-by en cuestiones de trabajo que me aburre más que otra cosa. Entrevero ese cierto hastio con mucha lectura (aún más). Y así, Dos recuerdos de Lord Keynes, la revisión del algún pasaje del ya mencionado por aquí Haciendo de República (Julio CAMBA), Artículos y reseñas en el Observer, 1942-1949 (George ORWELL), y Sin Brunetti (Donna LEON) me han proporcionado avío ensayístico de diverso pelaje para dar contextura al pensiero, que si se desperdiga en chorradas de entorno laboral, se pierde y enagena (sic). Siendo cada cosa de su padre y de su madre, no puedo negar haber encontrado (o querido encontrar) una especie de hilo entre dorado y colorado que las va engarzando, un sutil análisis de la tolerancia y la intolerancia en cada uno de ellos (bueno: la sutileza de la LEON es un poco relativa. Diplomacia de guante de boxeo y lanzallamas, podríamos decir: atención a sus opiniones acerca de Arabia Saudí desde el punto de vista de una mujer) que va describiendo alguna que otra de las causas de los males de este mundo. Voy a escribir algo al respecto, en exclusiva y proximamente, en este su bló, sobre todo después de leer en la blogosfera tanta insensatez como he leido. Por lo demás, resulta que el admirado Orwell disfruta reedición de sus obras, y todos los babelias y produztos (sic) análogos se están trufando de artículos acerca del amigo Eric, así que paso de transcribir mis reflexiones específicas acerca de él. Eso sí, aparte de su indudable honestidad, hay que reconocer que era MUY buen columnista (y yo no lo sabía).

Para ser honestos, Los Hermanos Oppermann de Lion FEUCHTWANGER y La hora estelar de los asesinos, de Pavel KOHOUT son libros que he leido con gusto por el entorno histórico en que se enmarcan, y por la referencia al bien y al mal, y al hombre -y sobre todo a su pequeñez-. Al final, todas las cosas -ficción y ensayo, reflexión- me han estado llevando más o menos a lo mismo, es cierto. La primera de las dos novelas habla de una familia judia-y-rica en la Alemania nazi de la primera hora; la segunda, de crimenes y policías criminalistas (checos y alemanes) en el Protectorado en los días que rodean a la muerte de Hitler.

Más en clave de humor, El Salmo de Kaplan, de Marc SCHWARTZ. Persecución à la Odessa de un supuesto nazi peligrosísimo en pais tropical a cargo de anciano judio casi gagá. Graciosa, pero no para echar cohetes. También: Las Aventuras de Wesley Jackson, de William SAROYAN, una historieta redactada casi por encargo, que creo que organizó un cierto fregao en los Estados Unidos del principio de la Segunda Guerra Mundial. En honor a la verdad, ésta última no me ha enganchao por el momento, a pesar de las hechuras Salinger del asunto.

De todas maneras, es jodido ser perfectamente consciente de que esta entrada es sólo un abono -moroso- de lo debido. Y es que al final va a resultar cierto eso de que actualizo menos que el Corán. Y no puede ser.

11 octubre, 2006

Horrores pilaristas and many more

La semana pasada fue, como era previsible, el horror con contadas excepciones. MBO... en fin, para qué ocultarlo: la mitad de la blogosfera sabe ya que MBO es 'Quieta, Leona', o sea, Quieta, Leona, o sea QL. QL, como digo, hubo de marchar en viaje de trabajo a MAD, primero, y a algún lugar donde se fabrican ricas chacinas (vid infra) luego, y anduvo missin' in action desde la noche del lunes a la noche del jueves. Contada excepción el almuerzo del martes de la pasada semana, después de que una auténtica aberración me convirtiese en el correo más caro de la historia de la humanidad. Al menos comí en excelente compañía.

Mis hijos han empezado el horario de mañana y tarde, de manera que desde ese punto de vista pocas incidencias. UPFM ha tenido su primer sobresaliente, UPFm ha tenido su primera clase de piano (por su propia voluntad, recuerden Vdes. que Hans reniega de la imposición paterna de aprendizajes musicales) y UPMM se refugia en un mutismo torturado que me hace pensar que alguna/s mujer/es empieza/n a amargarle la vida de a verdad. Bienvenido a la realidad. Este fin de semana, sin embargo, la cosa ha sido tormentosa chez MBO/Hans en la relación con las unidades progenie, señaladamente el mayorcito y la medianita. No lo cuento, para qué. Resulta, me temo, de lo más estándar.

Nunca hablo de trabajo, como es bien sabido, en Noticias desde Vladivostok, sobre todo por no aburrir al respetable. Me permitiré decir, sin embargo, que mi tiempo de trabajo discurre desde hace algunas fechas en una especie de universo paralelo transido de fuzzy logic cachonda. Decía el poeta lo de 'vivo sin vivir en mí' y yo no estoy exactamente así, más que nada porque me la bufa, más o menos. No sé si la cosa irá a mejor, no creo que empeore, pero es esta especie de stand by lo que me toca las pelotas. Más noticias, el primero de noviembre. Tal vez. O no. De momento, esta semana -atención, semana del Pilar, cosa que quiere decir que en Zaragotham se trabaja en teoría al 50%- yo he tenido el doble de puñetas, con refuerzo intenso de la sensación "director-de-circo-de-tres-pistas". Esta mañana ya ha sido el doble salto mortal con triple tirabuzón invertido. De momento no me he partido la crisma. Pero estoy cansaaaaado (entre otras cosas, de lidiar con unos y otros y no mandarles a tomar por saco, la verdad).

Hemos llegado a estas fiestas tan entrañables y tan nuestras [(c) Hans 198x], y Zaragotham se convierte en una ciudad nauseabunda de la que uno sólo desea huir. El pasado viernes me reunía con unos periodistas que desean montar una delegación de cierto medio en mi ciudad y andaban buscando consejo para una serie de cosas. Primer consejo de Hans: "De entre las cincuenta y dos semanas del año, hay una en que no debe pretenderse hacer nada en Zaragotham. Ésta." En fin, supongo que la cosa -el negocio en cuestión, quiero decir- será fuente de diversión en los próximos tiempos. De momento, ayer pude resolverles parte de sus problemas. Pero... "no se vayan todavía...¡Aún hay más!"

Ya han montado la abyecta carpa a que ya me refería el año pasado aquí. Ya se puebla la recoleta plaza al lado de la que vivo de los orines de la chusma alcoholizada y botellonera, con la agravante de que los guardialaporras zaragozanos están más pendientes de que las salas de conciertos, perfectamente insonorizadas a costa de muchísimos millones, no rebasen en 1/2 decibelio la prescripción municipal que no de que la chusma amargue las oraciones a los residentes del centro de Zaragotham profiriendo gritos neanderthalienses. Mientras, una carpa de tela plastificada aloja espectáculos tan deleznables como ruidosos hasta las dos de la mañana (pobre UPFm, ayer por la tarde, que salimos a pasear, y me preguntaba "Papá... y eso que hace tanto ruido no podrían hacerlo por la mañana?". Entretanto, los vejetes se acercan a las taquillas a comprar entradas (naturalmente subvencionadas) para el espectáculo deprimente, entreverado de lujuria sarnosilla, que presenciarán -con grandes berridos- mientras nosotros tratamos infructuosamente de dormir. Qué asco. Eso sí: un coche de bomberos de pin y pón estacionado a coté 24/24, 7/7. Olé por la aplicación de los impuestos.

Ha habido algunos conciertos, y entre otros el de unos tal Prodigy, que deben ser una cosa modernísima, pero que, aparentemente al menos, daban más grima que otra cosa. Esta noche iré, D. v., al de los Gigolo Aunts. No conozco a la banda, claro, pero apuntan maneras. Ya contaré.

En fin, el día doce -es decir, mañana- celebraremos el Santo de mi madre (en efecto: no se llama Leovigilda) y acto seguido agarraremos el neotrattore y nos iremos a Cantabria. Eso también puede merecer descripción, dado que tenemos una idea aproximada de dónde vamos... pero no tenemos las coordenadas geográficas ni la dirección. Me veo el viernes a mediodía interrogando a probos pastorcillos de vacuno: "Oiga, buen hombre...".

He encontrado un nuevo filón literario, para aquellos que gustéis de la novela inglesa histórica: la serie del marino Hornblower,al servicio de la Armada británica en los tiempos de las guerras napoleónicas. Su autor es C.S. Forester. He empezado por el segundo, El Teniente de Navio Hornblower, y muy bien. Para quienes no aguantásteis la carga técnica de la serie Jack Aubrey/Stephen Maturin (Patrick O'Brien), mucho mejor: no os volveréis locos mirando el diccionario para saber qué coño quiere decir eso de 'Había pasado la guardia de cuartillo en la cofa del mayor enseñando a [...] cómo engrasar los mástiles, las escotas, y, en general, la jarcia móvil'.

Por otro lado he encontrado en mi librería de guardia Reencuentro, de Fred Uhlmann. Jamás había escuchado hablar de ella. La tomé entre manos, o mejor, se me vino a las manos, la abrí, leí dos páginas y la eché al portafolios, como también una cosa -que debió ser muy publicitada pero a mí me pasó desapercibida en su momento- de Frédéric Beigdeber, Windows on the world. Esta última aún no la he empezado, a diferencia de la señalada Reencuentro, que me está dejando atónito, no sólo por la precisión en la descripción de la Amistad (exacta, pero realmente hermosa, y creo que impresionará a todos aquellos que como yo han tenido la suerte de vivir esa experiencia), si no por la economía de medios de que se vale toda la obra, y la precisión en el relato del No-Perdón: sin pasión desaforada, como una constatación de algo inevitable. Es formidable, de veras, pero prestaré mi página a la voz de otro, que expresa más o menos lo que yo diría, aquí. Aunque jamás calificaré ningún libro de 'birrioso' salvo que su contenido me cause náuseas. Los defectos físicos no pueden ser utilizados como insulto salvo que vayan acompañados de defectos morales: grabadlo en mármol.

En fin, recién concluyo con Haciendo de República, de Julio Camba, de la que medio hablé ya. Me encanta Camba, y esta compilación de artículos resulta muy sugerente. Casi que parece que no hayan pasado setenta años, oiga. Ya hablaré de esto otro día, estoy demasiado cabreado y amargo como para ponerme a hablar o escribir de política.

Abrazos y que disfrutéis de estos días de descanso.