29 agosto, 2008

Ah, las libertades en Cuba...


Esto es, jurídicamente, una de las cosas más sensacionales que he visto en mi vida: Gorki AGUILA, cantante de la banda cubana de Punk Rock también cubana PORNO PARA RICARDO (la web está capada hoy, por cierto; otro enlace de interés aquí) fue detenido en su momento e iba a ser juzgado hoy por peligrosidad social predelictiva. Supérenme ese concepto tan fino. Parece que la cosa se debe a que la referida banda tiene, entre otros, un bonito tema llamado El coma andante, y eso parece ser una cosa muy mala en términos de riesgo para la sociedad comunista y la Revolución y todas esas cosas. Cuatro añitos de trena pueden clavarle al pobre Gorki.

Eso sí, los eternos pelmazos (Pablo MILANÉS y Silvio RODRÍGUEZ, que -justo es reconocerlo- tanto material proporcionaron para el canturreo guitarril de anocheceres posadolescentes) no han querido manifestarse al respecto.

La verdad es que el asunto me hace pensar: ¿qué les hubiese pasado a los HOMBRES G, con su aleccionador tema Matar a Castro? ¿Ablación de genitales en la plaza pública y reclusión de por vida con trabajos forzados?

Ahí dejo formulada la pregunta. Me voy con MBO a cenar a las Playas del Ebro, mit zwei. Pasen un buen fin de semana.

27 agosto, 2008

Una de Pérez- Reverte

De todos es conocido mi aprecio por A. P.-R. y por la mayor parte de su obra; creo que ya tengo dicho que los domingos mi lectura de periódicos suele iniciarse por la de su columna en El Semanal del Oregon's Herald. Algún amiguete periodista me dijo alguna vez que, a título personal, es una persona poco conveniente. No juzgo a la persona, no le conozco. Sólo pondero su obra, y lo que he visto de ella (que es todo lo que tiene forma de libro y un porcentaje importante de sus artículos de prensa) me satisface. En particular, coincido bastante con su visión de La Patria, de mis compatriotas y de los políticos. Y con alguna cosa más. Por ejemplo, con la reflejada en este texto que tomo de Dura Lex). Me he permitido remarcar en negrita los puntos a mi juicio más relevantes del asunto. Sólo puedo lamentar que A. P.-R. haya dejado de tocar lo nauseabundo de la manipulación política que los nazionanistas hacen del problema del lenguaje (problema que no existe en la calle), ni refiere el desperdicio de recursos que supone primar artificialmente el uso -y la enseñanza forzada- de los idiomas diferenciales, ni la discriminación funcionarial -en las oposiciones para acceso de médicos a Osakidetza, el servicio vasco de salud, puntúa más saber batúa que ser Doctor en Medicina; fuente, aquí- .

Pero bueno, todo esto es menor: mi pesimismo general en cuanto a las cosas de la Patria, a la peor calidad de la cosa pública globalmente considerada, mi abominación por que respecta al Estado de las Autonomías se vuelve más y más gris cuando veo la que se viene encima económicamente hablando. Y encima, en manos de esta colección. Oh, Dios mio...


Mi propio manifiesto (I). Por Arturo Pérez Reverte


A ciertos amigos les ha extrañado que el arriba firmante, que presume de cazar solo, se adhiriese al Manifiesto de la Lengua Común. Y no me sorprende. Nunca antes firmé manifiesto alguno. Cuando leí éste por primera vez, ya publicado, ni siquiera me satisfizo cómo estaba escrito. Pero era el que había, y yo estaba de acuerdo en lo sustancial. Así que mandé mi firma. Otros lo hicieron, y ha sido instructivo comprobar cómo en la movida posterior algún ilustre se ha retractado de modo más bien rastrero. Ése no es mi caso: sostengo lo que firmé. No porque estime que el manifiesto consiga nada, claro. Lo hice porque lo creí mi obligación. Por fastidiar, más que nada. Y en eso sigo.


No es verdad que en España corra peligro la lengua castellana, conocida como español en todo el mundo. Al contrario. En el País Vasco, Galicia y Cataluña, la gente se relaciona con normalidad en dos idiomas. Basta con observar lo que los libreros de allí, nacionalistas o no, tienen en los escaparates. O viajar por los Estados Unidos con las orejas limpias. El español, lengua potente, se come el mundo sin pelar. Quien no lo domine, allá él. No sólo pierde una herramienta admirable, sino también cuanto ese idioma dejó en la memoria escrita de la Humanidad. Reducirlo todo a mero símbolo de imposición nacional sobre lenguas minoritarias es hacer excesivo honor al nacionalismo extremo español, tan analfabeto como el autonómico. Esta lengua es universal, enorme, generosa, compartida por razas diversas mucho más allá de las catetas reducciones chauvinistas.


La cuestión es otra. Firmé porque estoy harto de cagaditas de rata en el arroz. Detesto cualquier nacionalismo radical: lo mismo el de arriba España que el de viva mi pueblo y su patrona. Durante toda mi vida he viajado y leído libros. También vi llenarse muchas fosas comunes a causa del fanatismo, la incultura y la ruindad. En mis novelas históricas intento siempre, con humor o amargura, devolver las cosas a su sitio y centrarme donde debo: en el torpe, cruel y desconcertado ser humano. Pero hay un nacionalismo en el que milito sin complejos: el de la lengua que comparto, no sólo con los españoles, sino con 450 millones de personas capaces, si se lo proponen, de leer el Quijote en su escritura original. Amo esa lengua-nación con pasión extrema. Cuando me hicieron académico de la RAE acepté batirme por ella cuando fuera necesario. Y eso hago ahora. Que se mueran los feos.


Quien afirme que el bilingüismo es normal en las autonomías españolas con lengua propia, miente por la gola. La calle es bilingüe, por supuesto. Ahí no hay problemas de convivencia, porque la gente no es imbécil ni malvada, ni tiene la poca vergüenza de nuestra clase política. La Administración, la Sanidad, la Educación, son otra cosa. En algunos lugares no se puede escolarizar a los niños también en lengua española. Ojo. No digo escolarizar sólo en lengua española, sino en un sistema equilibrado. Bilingüe. Ocurre, además, que todo ciudadano español necesita allí el idioma local para ejercer ciertos derechos sin exponerse a una multa, una desatención o un insulto. Métanse en una página de Internet de la Generalidad sin saber catalán, por ejemplo. De cumplirse el propósito nacionalista, quien dentro de un par de generaciones pretenda moverse en instancias oficiales por todo el territorio español, deberá apañárselas en cuatro idiomas como mínimo. Eso es un disparate. Según la Constitución, que está por encima de estatutos y de pasteleos, cualquier español tiene derecho a usar la lengua que desee, pero sólo está obligado a conocer una: el castellano. Lengua común por una razón práctica: en España la hablamos todos. Las otras, no. Son respetabilísimas, pero no comunes. Serán sólo locales, autonómicas o como queramos llamarlas, mientras los países o naciones que las hablan no consigan su independencia. Cuando eso ocurra, cualquier español tendrá la obligación, la necesidad y el gusto, supongo, de conocerlas si viaja o se instala allí. En el extranjero. Pero todavía no es el caso.


Y aquí me tienen. Desestabilizando la cohesión social. Fanático de la lengua del Imperio, ya saben. Tufillo franquista: esa palabra clave, vademécum de los golfos y los imbéciles. La puta España del amigo Rubianes. Etcétera. Así que hoy, con su permiso, yo también me cisco en las patrias grandes y en las chicas, en las lenguas –incluida la mía– y en las banderas, sean las que sean, cuando se usan como camuflaje de la poca vergüenza. Porque no es la lengua, naturalmente. Ése es el pretexto. De lo que se trata es de adoctrinar a las nuevas generaciones en la mezquindad de la parcelita. Léanse los libros de texto, maldita sea. Algunos incluso están en español. Lo que más revienta son dos cosas: que nos tomen por tontos, y la peña de golfos que, por simple toma y daca, les sigue la corriente. Pero de ellos hablaremos la semana que viene.

16 agosto, 2008

1179

El guarismo intitulante corresponde al número de páginas de cierto producto literarioide que me he chupado en estos días.

Mis veranos, en los últimos años, suelen vestirse, siquiera parcialmente, del azul del Atlántico, un azul teñido del sabor rosáceo de las gambas de Huelva y de la languidez de lecturas sesteadas.

La saturación del sprint final juliano ha hecho que esa 'parte de mis vacaciones' pase a ser, al menos de momento 'casi la totalidad de mis vacaciones'. En el fluir pues de esta clase de tiempo flojo Hans se dedica, cómo no, a leer en cantidades industriales, item más. Por tanto, un prius de las vacaciones es saquear alguna librería. De la razzia de ese viernes, uno de agosto se siguió la adquisición de unas cuantas novelas (Lorenzo SILVA, La niebla y la doncella, Noviembre sin violetas y La Isla del fin de la suerte; Bernard CORNWELL, El triunfo de Sharpe) y un par de libros no ficción: Habíamos ganado la guerra, de Esther TUSQUETS -unas a modo de memorias de esta señora, relativas a sus primeros años, que, a pesar de que estilisticamente es un tanto torpe, lucen un contenido muy interesante; a destacar los datos sobre la Falange de mediados de los cincuenta- y Hazañas y chapuzas bélicas, de Gary BRECHER, un libro francamente interesante, muy poco políticamente correcto, muy documentado y un tanto gamberro que gustará a todos los aficionados a la cosa militar. Por cierto, que éste se lo debo a Jesús Hernández.

Ya es conocido en este foro mi gusto por la serie del Fusilero Sharpe. Creo que en Gran Bretaña se llegó a rodar una serie de televisión con guiones basados en tales novelas. Considerando lo cuidadosos que son los ingleses con las películas históricas y el aprecio especial que tienen por las primeras dos décadas del XIX estoy seguro que merecerá la pena ver los capítulos en cuestión. De momento no las he conseguido, sin embargo.

Por lo demás, convendrá antes o después dedicar algún comentario más cuidadoso al Sr. SILVA, que desde luego tiene todo el arte cuando escribe material de la serie Bevilaqua. Si buscáis policiaca patria de buena calidad, héla aquí.

En fin, el material que he citado me duró apenas una semana. El tochazo a que me refiero en el título, empero, no es ninguno de los volúmenes que he referido por ahí arriba. No. Debo anticipar que cayó en tres sentadas; una de iniciación, unas 150 paginillas, y otra de remate, las treinta o cuarente últimas. El resto corresponde a una noche en blanco. Y es que este tipo de productos tienen, cómo negarlo, su puntillo, y el tiempo es mucho más desperdiciable en vacaciones. Va a ser como una especie de quarterpounder with cheese, supongo. Quién no cae de cuando en cuando.

En fin, a lo que iba: éste es peor. El antecedente del tochazo lo leí, recién publicado en España, hace casi veinte años, después de sufrir una severa operación: regalo hecho para aligerar la convalecencia, aquél lo leí con gusto, y sigo pensando que es ingenioso y está francamente bien trabado. Éste de hoy, no. Es, insisto, un tocho, sin más. Entretiene de aquellas maneras, pero mucho menos, de veras, que cualquiera de las novelas antes citadas. Copia, sin más, el 'alma' de su 'primera parte', pero carece de su gracia, y abusa, para tramarse, de esa especie de 'doble contramarcha' que aplica a sus protagonistas: reitera sistemáticamente una estructura consistente en que después de un tiempo de penurias profundas, les 'salen' un par de cosas bien, 'levantan cabeza', y acto seguido, el destino, a través del Malo-Malísimo de Manual les aplica un severo correctivo: un buen hostión, bien canalla. Y eso, una y otra vez, encabalgando capítulos. El M-M M, por cierto, suele ser un secundario esbozado con escasa diligencia de nombre absurdo: por ejemplo, Philemon.

Y es que si, señores, si. Me he chapuzado de pueblo y me he tragado Un mundo sin fin, de Ken FOLLET y ahora puedo decirlo con conocimiento de causa: Ahórrense el esfuerzo.