23 julio, 2010

Tulsa, Miren Iza, yo

Y esto lo dejo aquí porque yo lo valgo.

La verdad es que no soy nada moderno ni gafapasta, a pesar de haberme comprado esas gafas que había pensado hace MUCHO tiempo adquirir porque me daban un aire Buddy Holly que siempre va bien para hombres de bien.

Digo esto porque esta noche, en Le Pastis (soit, El Lugar, mayúsculas no casuales) tocaban The Singer not the song y Tulsa. Tulsa reducida a su cantante y líder estético-espiritual, Miren Iza, no más, y ahí he concurrido, a gafapastizarme parcialmente

MBO había pasado la tarde tomando un mojito mientras montaban sonido y me ha indicado al llegar 'la cantante de Tulsa ha hecho una versión de Baby, it's you sensacional'

A la orilla del Ebro, fresquitos y tomando una cerveza (o dos) hemos disfrutado mucho del concierto de Xisco Rojo (líder y formación completa de The singer, not the song) y Tulsa, y, cuando Miren estaba terminando, ha preguntado: "Y ahora ¿qué toco?" Y, claro, MBO y yo hemos saltado como lebreles: "Baby, it's you!!!' Y ha dicho: 'Ah, pero ¿me acompañáis? Que esto tiene coros'. Y claro, no he podido evitarlo. Y he saltado, nuevamente cual lebrel, y me he hecho con el micro, y he acompañado a Miren Iza, como lo hizo Quique Bunbury, sólo que nuestra fuente hoy era mejor que Jeanette (vas a comparar a las Shirelles o a Los Beatles con dicha chicuela, recoños!).

Y MBO, que es mi crítica más leal-y-contundente ha aplaudido con perseverancia y aplicación. Ha quedado bien el juego de voces con esa gran cantante. Considerando los pésimos resultados de las voces en nuestra última y reciente maqueta, esto tiene un efecto lenitivo sobre mi perjudicado ánimo, sobre mi minorada autoestima cantante.

Cosa de la cual dejo aquí constancia, a los efectos oportunos.

17 julio, 2010

Los Héroes del Silencio, Quique, yo.

Esto lo dejo aquí porque una amiga me ha pedido que hable de ello. No lo he escrito en todos estos años, ni siquiera en el año del retorno, en que todo el mundo hablaba de la prehistoria de La Banda. No por nada: sólo porque, en el fondo, es todo muy poco trascendente.

Estamos en algún momento de finales de 1983 o principios de 1984. Hans se ha incorporado al G.O.M., Grupo Organizador de la I Muestra de Pop Rock y Otros Rollos, evento que se ha de celebrar entre el 23 y el 25 de marzo de 1984 en Zaragotham. Una tarde, sentado en la sede del CIPAJ, que nos deja el garito para asuntos de organización, estoy rellenando fichas de bandas que quieren tocar en la Muestra. Llega, para formalizar su participación junto con Proceso Entrópico, un chaval delgado, pelo corto, con buena facha: como yo, un hijo de la burguesía zaragozana. Algo me cuenta, algo sé de él (y más sabré más tarde, ha sido compañero de amigos míos en otras bandas) y de su pasado en diversos grupos.

Recuerdo el primer momento, en aquellos días, en que me dí cuenta que entre los miembros de las cincuenta bandas que tocaron en La Muestra había de todo, pero había muy poca gente que quería de verdad -y con la debida voluntad y esfuerzo- ser alguien en este tinglao pop. Quique quería ser Bowie ya entonces. Yo tenía 17 y él 16, pero era evidente. Había mucho, mucho saber estar. Esto lo he dicho siempre, no es un análisis ex post facto: quien habla de enchufes o privilegios miente o deja que a sus palabras las dirija la envidia. Quique era y es un tipo aplicado en todos los sentidos como ninguno que he conocido en todos estos años en el contexto del rock'n roll a la hora de obtener lo que desea: más tarde, superada la Muestra, formaremos juntos en Zumo de Vidrio, y veré cómo él, un bajista -con un bajo Ibanez y un ampli Rickenbacker que robarán en su momento en un local tremendo en la Calle Sacramento, en el Gancho- se convierte en el líder de una banda que se desintegrará por la diversidad de voluntades de sus miembros.

Hay fotos de un concierto en Starter con Quique con pelo fucsia y conmigo tocando mi sintetizador Korg Sygma en blanco y negro (un estándar en mi vida sobre los escenarios) y mucha gomina.

De la debacle de Zumo de Vidrio, en navidad de 1984, nacen Los Modos, mi banda, y Héroes del Silencio, la suya, ésta última con mucha más voluntad de éxito, triunfo, futuro en la música. Las bandas siguen en paralelo: me solazo ahora en recuerdos tales como locales compartidos -donde le robaron a Míchel su ampli, por ejemplo, en la Calle Capitán Pina, hoy desaparecida- o aperitivos mano a mano, Quique y yo, en el Café de Levante tomando pimientos rellenos y hablando de filosofía, y dándome razón de que no debía ensayarse los domingos por la mañana: quería ir a Misa al Pilar a primera hora. Que nadie lo saque de quicio, en aquel momento invocaba razones espirituales que jamás puse en entredicho, como tampoco puse en duda su voluntad de revisión de las alternativas espirituales. O Pedro Andréu tomando micebrinas para aguantar ensayos mañana -con los Héroes- y tarde -con Los Modos- casi siete días a la semana. Mientras ellos se disparan como cohetes -Quique, Juan y Pedro Valdivia, que luego se irá para ser médico-, nosotros -Míchel y yo, Jorge y Pedro Andréu, que luego tocará con ellos- nos lo tomamos con más paz y más dosis de Magna Mater: Míchel en Filología, Jorge nos deja muy pronto abriendo el paso a Karl (luego Días de Vino y Rosas), en Geografía; Pedro en la Escuela de Artes; y yo, en mi propia Facultad.

Recuerdo una libreta de espiral en que Quique iba anotando todos los sucesos relevantes para su vida rock'n roll, y debo recordarlo mal porque creo que lo que leía ahí estaba mecanografiado, en cinta negra y roja. Debería preguntarle si eso existe aún. O algo tan tonto como el primer día en que apareció con un micro bueno, un micrófono Shure de los buenos. Quería ser cantante, no instrumentista, y necesitaba eso, un artefacto en que ni se me había pasado por la cabeza (yo también cantaba en mi banda) gastarme una pasta: el dinero era para amplis o para guitarras o para pedales. Los micros los ponían los organizadores, y en el local bastaba con cualquier basurilla. O el día en que me enseño un traje -concierto en Oh! de Bailar- para el show: chaqueta negra con dibujos en azul eléctrico, pantalón azul. Iba a un millón de años luz por delante de nosotros: estoy hablando de algún momento de finales de 1985, eventualmente de 1986. A un millón de años luz de todos. También recuerdo cómo los textos de sus canciones fueron cambiando en los primeros tiempos: corregía sin parar. No me atreveré a decir que yo era menos exigente -puede que fuesen modos diversos de trabajo, más denso y concentrado al principio el mío, más espiral el suyo-, pero sé que jamás dejaba las cosas a medias si no le satisfacían. Por cierto que también recuerdo cómo 'Olvidado', un tema suyo que ya tocábamos en Zumo de Vidrio, tuvo en los primeros tiempos una parte -insustancial- mía.

Otros recuerdos de Los Héroes incluyen, por ejemplo, el hecho de que Juan estuvo tocando durante mucho tiempo (incluso cuando ya estaban empezando a triunfar) su vieja Stagg copia de Stratocaster, una guitarra bastante malucha, y que la primera vez que grabaron para Televisión Española, Regional de Aragón, Juan tocó con una guitarra Ibanez negra preciosa que yo tenía -y aún tengo-, y Joaquín tocó con el bajo Ibanez de Karl, que era también negro. Era lo normal: se compartía el equipo. De hecho, cuando Los Modos volvimos a tocar un montón de años más tarde, Joaquín le dejó su imponente bajo Rickenbacker 4003 negro a Karl, muy en plan Escuadrilla Lafayette, y Pedro nos dejó emplear su local y su batería hasta que retomamos el ritmo.

También recuerdo a la novia de Quique el año aquel, la hermana de un compañero mio del colegio. Nada he vuelto a saber de ella. Me gustaría equivocarme, pero dado que la chica no iba por el camino correcto -desde luego por sus propios merecimientos- tenía algún número en la rifa para acabar mal.

Quique era esforzado y voluntarioso: todos esos seudoproletarios del rock'n' roll que le tildaban y le tildan de hijodepapá no han trabajado ni una millonésima parte de lo que lo hizo él (o más bien ellos: los cuatro) y han acabado siendo mucho más pequeñoburgueses de lo que él fue jamás.

No me gustó -sigue sin gustarme- el nombre de la banda: me recordaba a una banda portuguesa, Hérois do Mar (o así: no sé portugués); hay parte de su material (y es un 'su' de ellos: los temas de los Héroes son de los cuatro) que me interesa, pero no todo desde luego, y es más bien por mis afectos personales que por el tipo de música, sobre todo al final. Fueron (y siguen siendo, claro) excelentes instrumentistas a puro de esfuerzo y dedicación. Los escasísimas ocasiones en que me encuentro a Quique no encuentro ni una brizna de esa arrogancia que le echan en cara. Pedro sigue siendo mi amigo, es -conmigo como con muchos otros por cierto- un hombre bueno siempre dispuesto a ayudar a los viejos camaradas y a jovenes chavales, nuevos músicos, que quieren estar en esto; Joaquín era un chico tímido y sospecho que tantos años de heroicidad no le han quitado esa característica (es, además, exquisitamente correcto). A Juan no le veo hace años, pero dicen de él que está bien, a gusto consigo mismo, y sé de primera mano que su hermano Gonzalo es un sensacional guitarrista, músico, profesor de guitarra.

Mi relación con los Héroes es, evidentemente, muy intrahistórica, aunque los libros hablan de mi como su primer teclista. Lo cierto y verdad es que sé que son grandes tipos y que merecían lo que les pasó, el triunfo de que disfrutaron y las gavelas que al mismo acompañan, sin olvidar que, tal vez, cuando Dios te quiere castigar, te concede lo que deseas. Se merecían el éxito... y el que diga lo contrario no tiene ni idea, miente o deja que a sus palabras las dirija la envidia.