25 marzo, 2012

New York (Take #2)

Joé. Hace ya más de cuatro meses que regresamos de niuyol, y esta entrada estaba hirviéndose en el fuego, nunca concluída. Tuvo que llegar otra noche de navegación sobre olas de insomnio, una de esas en que me molesta hasta el ruido del teclado, para que me pusiera a ello. Y hoy, domingo perdido, lleno de amargura, decido que tal cual está se cuelga. Aunque no concluya la historia. Sólo por el deseo de que a partir de aquí puedo seguir contando (otras) cosas, si es que queda algo que contar.

En fin. Los veteranos recordarán (o al menos les sonará) que en abril de 2006 MBO y yo fuimos por vez primera a NYC, y que lo conté aquí y aquí. Es curioso: bien es sabido que en Vladivostok jamás hablo de mi trabajo, pero cabe mencionar que a finales de ese año de 2006, mi vida profesional experimentaba un salto adelante, y a lo largo de estos últimos cinco años he disfrutado mucho con ello. Pues bien: llegadas las postrimerías del 2011 se fue cuajando el final de esa era, con, para mí, un nuevo cambio de status, no precisamente hacia arriba, no precisamente hacia adelante. Tal cual la cosa empezó a plantearse (justo un año antes, en Noviembre de 2010) lo supe. Supe que iba a suceder todo lo que al final sucedió- Lo dejo anotado, aunque carece en absoluto de importancia para mis lectores e incluso, probablemente, para mí. Eso debería ser objeto de reflexión en otro momento, tal vez. No hoy.

Quien más quien menos recordará también que en Octubre y noviembre de 2009, MBO disfrutó de cinco semanas sabáticas que pasó en Nueva York, convirtiéndose en neoyorquina vocacional hasta el fin de los tiempos. Y en guía de excepción. MBO conoce TODO en NYC, gracias al envidiable sabático. Viajar a esa ciudad con MBO es fenomenal.

Así que, así las cosas, decidimos que nos íbamos a La  Ciudad

La cosa quedaba amparada por el proyecto de unos amigos de hacerse la Maratón de Nueva York. MBO, que en los últimos tiempos ha devenido deportista de nota (patinadora aplicada, corredora de fondo...), ponderaba la visualización del evento, acariciando -supongo- una futura intervención en el mismo propria manu. Yo, personalmente, tenía una deuda conmigo mismo por no haberme traído cierta hermosa acompañante de vuelta conmigo en abril de 2006. No se si me explico. En fin, eso ya, si eso, lo cuento más tarde. Miren, acaso, arriba a la derecha.

Lo cierto es que el tres de noviembre volamos, 767 de American Airlines mediante, llegando al JFK a una hora muy prudente de la tarde, lo que nos permitió irnos a Briant Park a tomar la primera cervecita de las muchas que cayeron. Como a todo el mundo le gusta disponer de datos verosímiles y contrastados, sepan  Vdes. que la conexión en taxi desde dicho aeropuerto hasta cualquier parte de Manhattan tiene un precio tasado de 50$, que vienen a ser, maomenoh, 37.5€. Y viendo caerse de culo a los patinadores sobre hielo en tal parque probamos la Goose Island Beer. Riquísima. Ya saben todos Vdes. que lo imprescindible para no caer derrumbado por el Jet Lag es aguantar el tirón el primer día, y así lo hicimos, apuradamente, Cenamos en el Blue Smoke, un recomendabilísimo restaurante-club de Jazz en 116 E 27th, muy próximo al Gershwin Hotel, donde estuvimos alojados, y del que hablaré (mal) más abajo. He de decir que MBO, Presidenta de Honor del Club de Amigos de los Enemigos de las Hamburguesas como es bien sabido, se comió algunas de esas, y la primera con ocasión de la cena de la noche del tres de noviembre. Acto seguido, nos derrumbamos comatosos.

El día cuatro de noviembre amanecimos razonablemente pronto, y, habida cuenta de que donde fueres haz lo que vieres, nos fuimos a desayunar a un Deli. Ah, el Deli, esa institución tan neoyorkina. O tan yanky. O yo qué sé. Lo cierto y verdad es que en ese primer desayuno comprobé que en los USA el cliente tiene siempre razón, cuando ví a una joven de color (negro) pidiéndose un pozal de zumo de brócoli y pepino enriquecido con proteína de ésa de culturista. La licuadora empleada a tal efecto era más o menos como el destilador de agua pesada del proyecto Manhattan, y el verde del producto era inenarrable. En fin, allá que se fue la joven tan contenta y oronda, dejándome a mí con la boca abierta, antes de pedir a mi vez cantidades elefantíacas de batido de frambuesas, fresas, arándanos y ese tipo de asuntos que a los chicos de los sesenta siguen pareciéndonos frutas como de luxe.

Aquí procede hacer una puntualización: Nueva York huele a comida siempre. En Nueva York hay sitios para comer por todas partes, de todos los palos imaginables, y se comen cantidades industriales de alimento siempre: parece que la gente tema una hambruna y coma el doble de lo normal (es decir, unas ocho veces lo necesario). En un Deli, una tortilla standard es de tres huevos, y si pides que te pongan queso te ponen lo que sería un paquete normal español entero. Tienes montones de fruta recién cortada que compras a peso. Por cierto: es fácil comer bien y barato. Sólo es necesario olvidarse del vino (otra vez, el tercer convidado a la mesa).

Esa mañana la dedicamos a la Morgan Library. La colección es espectacular. El edificio es espectacular. No lo había visto en mi visita anterior. Como tantas cosas, me fue descubierta por MBO, que la disfrutó en su visita privada. Me quedo con la historia de Belle Da Costa Greene, su primera bibliotecaria, y con la oda 968 que leí en un dîvân de la mejor colección del mundo, en que se evidencia que nuestro desprecio occidental por el cercano oriente se sostiene bastante poco: El amado se queda con la adoración / el amante con el dolor.

Diré una obviedad: ir a NYC es ir, sobre todo, a pasear, a caminar, es ir sin idea de cansarse; es, de hecho, ponerse deportivas cómodas (algo que yo no hago jamás en España). Esa fue la principal dedicación.

La otra cosa que fue principal, al menos para mí, fue desquitarme de no haber podido traerme a España una Gretsch Brian Seltzer en mi primer viaje. Aquí podría ir la cosa técnica para los interesados en el guitarrismo eléctrico, pero puede ser un poco aburrido. Reténganse, tan sólo, estos nombres: Matt Umanov's, Guitar Center y Rivington. Hubo visitas a alguna otra tienda, pero sabedlo, guitarristas visitantes de Vladivostok: lo que no está allí, no está en el mundo.

Esa primera jornada, después de tales pateos, concluyó en el Madison Bistro. Después de la paliza de la jornada, el amable camarero haitiano (¿o era de Mali?) me preguntó, muy atento, si hablaba francés, y le contesté que no. La sopa de cebolla estaba exquisita. El steak tartare fue preparado con mucha dignidad a mi presencia, causando el escándalo de algunos jóvenes sentados a nuestro lado (y digo bien: el espacio intermesero era de unos doce centímetros: siendo poéticos, podríamos achacarlo a la pretensión del negocio de parecer muy francés; sospecho que se debe, más bien, a los costos de los arrendamientos de local de negocio en NY).

MBO, a pesar de no ser maratoniana, es competitiva, como jamás yo lo fuí. Además de eso, ha adquirido la costumbre de hacer deporte a niveles cuasi olímpicos. Patina con destreza, arte y rapidez, y corre que se las pela. De hecho, hoy se ha hecho la 10k de San Valero en Zaragotham. Claro, el día antes de la Maratón de NYC se fue a correr una especie de carrera de sólo cinco kilómetros que da puntos para entrar en futuros maratones, carrera que yo llamé 'minimaratón', nombre que a MBO no le gustó nada...

...

Y hasta aquí llegó lo que redacté esa noche insomne. Después no he tenido momento para concluir el relato. Ni para eso ni para casi nada. Leo cada vez menos, cada vez tengo menos ganas de nada, y cada vez más pienso que para qué todo. Hoy cuelgo esto aunque esté inconcluso, porque para qué esperar acabarlo. A partir de hoy, si es que sigo escribiendo aquí, será sobre cada día nuevo que va pasando, porque es estéril y enfermizo obsesionarme con dejar perfecto cada relato de lo que fue. Lo que fue, fue, por estupendo que fuese en su momento. Como detalles adicionales señalaré MBO se operó hace escasas fechas de su tendón de Aquiles, severamente dañado por razones genéticas según parece (aunque imagino que decidarse a correr no ha hecho nada bueno por ello). Se le inyectaron factores de crecimiento para que se recupere. Rezo porque así sea.

Por otra parte, este exhibicionismo de la náusea me da cierta grima, aunque posiblemente ya nadie lea este bló... salvo quizás PMdZ. Para no concluir con este sabor tan amargo en la boca, diré que esa hermosa Gretsch 6117 T-HT se vino conmigo y me ha proporcionado algunos momentos dulces desde noviembre. Suena tan hermosa como luce, he de decir.