Cuando estábamos en el colegio, había gente que se iba a pasar un año (un curso) a EE.UU. Entre esas personas, ocasionalmente (afortunadamente pocas veces) se producía la eclosión de los que llamábamos güenaigüós, tipos que volvían transformados por la experiencia estadounidense, cantando las glorias de la High School del pueblín de Wisconsin o la aldehuela de Utah. Cierto es que, generalmente, eso se debía a que o a) first dust with that sweet cheerleader, o b) se había fumado el primer canuto (y una larga serie de ellos después) o c) -caso extremadamente infrecuente- el individuo, aplicado al baseball, había descubierto en él su deporte, su esencia vital. Naturalmente, la condición de güenaigüós conllevaba efectos colaterales, tales como devenir fans de los Kiss y cosas así, pero bueno: lo básicamente pesado es que era todo como muy "Qué estupendo es todo en los States", contrapuesto implícitamente a lo pobretón de la realidad española de los primeros ochenta (roarin' eighties, you know).
Empero, la existencia de tales individuos jamás quitó brillo al deseo, a mi deseo de conocer Estados Unidos.
Mis experiencias infantiles y juveniles fueron básicamente europeas. De hecho, la oportunidad USA no se me planteó nunca en aquellos tiempos pre-Uni. Por otro lado, en el verano de 1989 -recién acabada la carrera- me perdí la oportunidad cojonuda de irme a hacer un cruisin' Canada-México de tres meses con un par de amigos a bordo de una furgoneta VW, pero ésa es otra historia que ha de ser contada en otro lugar (o no, qué coño). En todo caso la yankifobia al uso en España nunca ha tenido nada que ver conmigo, Dios me libre: los problemas que desde mi punto de vista pueden estar implícitos en la esencia USA no tienen nada que ver con el escaso fundamento lógico de aquella yankifobia. Para concluir: todo eso ha hecho, supongo, que conforme han ido pasando los años haya venido escuchando la llamada de la jungla (de la jungla del asfalto neoyorkino, quieoicir. A mi la cosa selvática strictu sensu como que no) con creciente intensidad.
Llego pues a mis provectos 39 virgen de conocimiento sobre el terreno, y cojonudamente emocionado con la cosa. Si, tal vez suene algo provinciano. Y a mí qué, y a tí qué, y a nosotros qué, que decían los Mas Birras. Con ese bagaje espiritual, en definitiva, y con las abundantes recomendaciones que me habéis facilitado (danke, thanks, merci) cogimos MBO y yo el AVE una tarde de un viernes de Abril dirección MAD (día siete, en concreto). Cenamos (mal) y nos tomamos una copa (bien) en el siempre grato Susan Club, que debe estar dando muchas satisfacciones crematísticas al gran Juan, dada la superpoblación del lugar. Vimos a La Mujer Tirita (que estaba muy guapa), al propio Juan, a Cranston Snord y conocimos a Yo, Olgapunkita y H.M, esos grandes bloggers y mejores personas, y entre que los veíamos y no nos tomamos unas margaritas y unos dry martinis que es lo que hay que tomarse en estos casos.
Sábado, ocho de abril: con la exageración propia de los novatos, dejamos el hotel a horas en que las calles no están puestas y nos dirigimos a Barajas, a donde llegamos con como tres horas de adelanto. Salimos a las 11.30, volamos con Continental a Newark (NJ), llegamos a Nueva York a las 15.00, tomamos las habitaciones del Hotel Roosevelt (uno de esos hoteles neoyorkinos que tienen día especialmente dedicado en el calendario de celebraciones municipales, y no me preguntéis por qué, dado que apuradamente llegaría a un 3*** medianete, hotel en el que, tras intercambio de pareceres con la recepcionista-de-ojo-rasgado, MBO acuñó la siguiente frase, muy repetida en los días posteriores: "¿Y todas las orientales serán tan hijas de puta?". Por cierto, el intercambio de pareceres condujo a una segunda conversación, ésta con el manager, que dió lugar a un cambio de habitación: la primera, obviamente, disfrutaba una fantástica orientación a un patio interior con máquinas de aire acondicionado, quod erat demonstrandum. La segunda daba a la 45th). Hecho lo anterior, empezamos a caminar, que es, básicamente, lo que haríamos durante los días siguientes con los efectos que se verán. Adopté, me temo, mi faz para la semana: una cara de tonto-boca-abierta empeorada por mi mirada-permanentemente-hacia-lo-alto. Una copa en un sitio cualquiera al paso. Cenamos vorazmente después de la cosa de las bandejitas (me acordé mucho de Dwalks y su afición al aeropapeo) en Gallagher's, un sitio donde los chuletones son como de brontosaurio (c) The Flintstones. Lamento no haber tomado nota de la referencia del Napa 100% Zinfandel que nos tomamos, que estaba muy rico. Como uno más a la mesa, cierto, pero no concibo engullir tanta proteina sin algo de tinto. Y cuna, después de unas 34 horas en pie. No drink to-day.
Domingo, nueve de abril: Manhattan, como es sabido, es uno de los cinco municipios que junto con Brooklyn, Queens, Staten Island y el Bronx conforman la Ciudad de Nueva York. Es un sitio relativamente pequeño y que, para cualquier persona acostumbrada a pasear, muy manejable. Es una isla de unos veinte kilómetros de largo que mide unos cuatro por su parte más ancha, básicamente ajedrezada: las avenidas van de norte a sur y las calles de este a oeste, de manera que es de una simplicidad asombrosa localizar cualquier sitio y llegar a cualquier lugar. Pues bien: después de un desayuno de fruta natural y zumo de naranja auténtico (la inmensidad adiposa que se predica del yanki medio debe traer causa de un acto de voluntad del susodicho arquetipo: no hay lugar que yo conozca en el planeta en que sea tan fácil alimentarse sólo de cosas sanas) en grandes cantidades (en NYC sólo hay dos tamaños alimentarios: grande y elefantíaco. Eso resulta especialmente predicable de las dimensiones de los recipientes cafeteros, por cierto) salimos de nuestro hotel en Madison con la 45 :-D. Quinta Avenida, donde algo en el aire hace pensar que, en efecto, aquí-hay-mucha-pa$ta. Central Park, fermoso (sic) lugar, rodeado de bellos edificios, en que las ardillitas corren por entre los pies de uno. Visitamos la Colección Frick (canela. Un millonario yanky finisecular -del XIX- del sector del acero que se dedicó a comprar una cantidad impresionante de obras de arte en Europa hasta la primera guerra mundial. Lo mismito que los Krupp, un poner) y después de comer fuimos al Metropolitan donde optamos cada uno de nosotros por ver UNA cosa (de las chiquicientas mil que se exponen). Elegí la sección de arte contemporáneo, y si bien la disposición es un pelín caótica para mi gusto, es lo cierto que sólo eso (que no es lo fundamental en absoluto de ese museo) el contenido de dicha sección es mayor que el de la Thyssen toda ella. Rematamos la jugada recorriendo el parque por su lado oeste de norte a sur, pasando por el Edificio Dakota (a pesar de que uno, bitelmaníaco confeso, no le tiene especial afecto al amigo Lennon, había que rendir tributo) y varios edificios reseñables. Uno de ellos nos hizo tomar esta foto, especialmente para la querida Mujer Tirita. Supongo que no es muy sensato en términos nutricionales, pero también esa noche nos pusimos púos de carne en un lugar llamado Morton's cuyo único defecto es que a esa combinación de ginebra y ginebra (sic) que tanto me gusta la llaman Mortoni (que me suena un pelín a Morticia Adams, y como que no me pone nada) y le ponen una oliva rellena de queso azul. A todas luces excesivo. Los solomillos, eso sí, sublimes. Y no, esta noche tampoco nos fuimos a tomar una copa.
To be continued ;-D
5 comentarios:
Hans,
No veas qué palizón... pues nada, a ver si me paso por el Susan este weekend, que no lo conozco, fíjate tú... tanto NYC y no conozco ni Robledo de Chabela que está al lado de Madrizz!!
Me alegro que seas otro NYCity-addict.
Ciao!
El inicio del viaje promete. Parece que NYC no te ha decepcionado, como a nadie: me alegro. Yo tampoco he estado y pienso emularte en cuanto pueda.
¡¡Qué poooocooo!! Másssssssssssss, más, más, más, XDD
Besos!
Dios mío!! cada día me gustan más tus post!!! parece que he viajado con vosotros...
Sniff, sniff.
JAJAAJA!! que grande!! muchas gracias.
Besos.
Yo la primera vez que fuí iba con mentalidad anti-U.S.A y la ciudad me pudo, era como estar dentro de una peli toooodo el rato.Recién acababa de cumplir los ventiuno.
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