27 diciembre, 2008

Drei hundert (y alguna cosa más)

(Nota previa: sé perfectamente que este blog lleva dormitando desde hace casi dos meses. Sé que se imponía, pues, una entrada de mayor calado: algo más profundo, reflexivo, trascendente. En algún momento del principio de diciembre empecé con ella, pero quedará inédito, pues sería ya ucronía inadmisible. Y en cuanto a pergeñar en esta mañana sabatina algo de semejante naturaleza... los cojones. No me sale. So...)

Cierto es que en los últimos tiempos he visto revolotear revisiones de una parte no desdeñable mi devocionario estético de los dieciocho: el mundo del cómic. Y, en concreto, dos: Niebla sobre el puente de Tolbiac y La Marca Amarilla. Quienes tengan mi edad (o así) y sepan qué es la Línea Clara recordarán uno de los proyectos editoriales más ambiciosos, conseguidos (durante apenas treinta números) y fallidos (a partir de entonces) del principio de los ochenta: la revista CAIRO y la Editorial Norma.

Como ya saben -siquiera a medias- buena parte de mis lectores, mi trastienda 'pop' (que no deja de ser una parte importante de mi arquitrabe intelectual) tiene mucha resaca del principio de los Ochenta. Haber tenido 17 años en 1983 es una cosa muy práctica para un conveniente constructo Nueva Ola: he visto en directo a Los Pistones, Los Secretos, Nacha Pop, Los Elegantes, Aviador Dro, todo lo cual me hizo, más tarde, ver a La Granja o a Los Flechazos y tantos otros en el momento adecuado. He oido todos sus temas, junto a los de mi grupo en una radio de las de la eclosión de la Frecuencia Modulada (esto los más jóvenes no pueden entenderlo en absoluto, claro). Vienna ha sido una de las lentas de la discoteca de tarde de viernes. He organizado un gran concierto de varios días, con muchísimas bandas locales y alienas, de esos con algo de financiación pública, mucho trabajo colectivo y ningún maletín entrecruzado. En fin, he sido lector empedernido de cómics. Pero ojo: no es cosa mía: a principio de los ochenta hubo miles de personas como yo en cuanto a todo lo dicho. No soy, en ese sentido, demasiado original.

A mí, que siempre me sorprendieron -por sinsustancia- las lealtades inalterables, permanentes, -y un tanto esquizofrénicas precisamente por eso- en la cosa del jurgo (la gente es del Betis o del Sevilla, o del Madrid o del Barça, o de la Real o del Bilbao para siempre) no me sorprenden en absoluto en cosas de más calado: los Beatles o los Rolling, mods o rockers, Fender o Gibson, carne o pescado. Bloody Mary o Dry Martini. Debe ser porque en este sentido la cosa no es maniquea: yo digo sí a todo... aunque opte más bien por un lado que por el otro de cada una de tales dicotomías. Eso sí, dependiendo de los días. O no. Como ven, como siempre, mil tonos del gris.

Y (me) pasa también con el cómic. Había -y hay- cosa europea y cosa yanky. Había línea clara, y había cómix Marvel. Había Cairo o Víbora.

Y, fíjense Vdes., Hans fue siempre de Cairo. No está escrita todavía la Historia de ese proyecto frustrado. Supongo que era jodido hacer un 'neotebeo' y publicar proclamas de neorrenacentismo. Lo único cierto es que la revista fue sensacional mientras se mantuvo firme en cuanto a sus presupuestos estético-filosóficos (y sí, señores, sí: estoy hablando de una revista de cómic que tenía de eso) y se fue a hacer gárgaras en cuanto los abandonó y se viborizó.





Por eso me ha sorprendido tanto, tanto, en este momento tan neoochentero de mi vida (nota para la reflexión: igual para la vida de todos. Piensen en 1981, piensen en crisis severas. Den Vdes. gracias a Dios de que haya muchos menos asesinatos terroristas, eso sí) que publiquen la novela en que se basó el genial Tardí para dibujar el cómic del mismo nombre que se publicó a partir del primer número de CAIRO. Material polar con deje anarquista muy fino, la serie negra parisina. No la había leido pero el otro día, tras de devorarla, saqué de mi recién recontruída biblioteca (nota mental: hablar de ello próximamente en Vladivostok) los ejemplares de la revista para gozar su descripción gráfica. Una inversión: la evocación de escenas provocada por la lectura se había producido en blanco y negro. Exactamente como el cómic, que sigo recordando más de veinte años después.

En cuanto a la sensacional aventura de Blake y Mortimer, la Marca Amarilla, me he enterado de que Alex de La Iglesia va a hacerla película


Me preocupa un poco, pues al De La Iglesia le veo yo un tanto más viboríano que lineaclaresco. Pero le daré una oportunidad.

A lo que desde luego no se puede dar oportunidad alguna es al pelma de Frank Miller. Ayer por la noche, para ser coherente con el espíritu navideño (o mi interpretación del mismo), busqué inspiración en las hazañas de Leónidas frente a Jerjes viendo 300. Sí, sé que la peli tiene ya un montón de meses, pero qué se le va a hacer.

En fin, que vaya basura, y que cuánto mal ha hecho Enya (la cosa más pelma de la música posterior al dodecafonismo) y Matrix. ¿Es imprescindible hacer cámara lenta, e inmediatamente cámara acelerada, cuando una lanza atraviesa el cuello de un tío? ¿Hace falta que de fondo suenen los arrullos-coñazo de voces polifónicas lloriqueantes?.

Bueno, que Feliz Navidad y feliz año 2009, por si no me da por escribir algo antes de acabar el año.