28 mayo, 2009

Acabando un mayo incómodo.

Grande la incomodidad de los últimos tiempos.

UPMM (recuérdese: Unidad Progenie Masculina Mayor) ha recibido -simultáneamente a la victoria del Barça en no sé que absurdos eventos balompédicos- sus calificaciones de fin de 2º de Bachillerato (para los de mi generación, COU), habiendo obtenido un bacarrá notable: se lo han picado EN TODO (salvo en francés y inglés, y esto último me hace alegrarme por él, porque si también se lo calzan en dicha disciplina, procedo a su castración sin anestesia) lo cual implica que repite curso.

Laboralmente sigo dirigiendo el circo de cinco pistas, si bien con funciones simultáneas de domador de leones, funambulista y a veces hasta de payaso (con escasa gracia).

Como contrapartida a tanta desazón, tengo cierta vida socialite divertida: véase anteayer la presentación de la Marca Zaragotham, festejo y postfestejo en que MBO y yo nos lo pasamos bastante bien con Javier, el batería de Los MODOS, y con grandes risas también con nuestros amigos Luis, Elisa y Eugenia, ésta última fotógrafo de revistas de papel couché, con quienes creo que coincidiré esta noche en evento análogo. También, ayer, en la presentación del último libro de Andrés TRAPIELLO en Los Portadores..., en que hubo oportunidad de saludar al joven Maestro Daniel GASCÓN, un tipo cuya constancia y nivel me pasma (y así se le hizo saber). El libro de TRAPIELLO será oportunamente comentado en esta sede, que a nadie le quepa duda (de momento está en manos de MBO, y claro...).

Al hilo de esto, señalaré que enjugo también el dolor animi leyendo cuanto puedo; eso sí, cosas de virulencia variable para quitarme la mala hostia con que llego a casa cada noche. No lecturas maratonianas, he de reconocer: caigo sobre el lecho descuajeringado, a pesar de la belleza de los anocheceres pirotécnicos que disfrutamos como lienzo en el ventanal de nustro dormitorio, y apenas me da para cinco o seis paginillas. Y, entre que me derrumbo, libro en cara, anoto mentalmente que algo deberá ser comentado en 'Vladivostok', que, qué caramba, debe sobrevivir, aunque sólo sea para que la joven Maine no me tilde de dejao, y no menos, por soportar adecuadamente los embates del adusto-y-poco-grácil féisbuc. Qué poco me gusta ese cyberapero, recoños.


Lo primero que debo traer hoy aquí es El hombre del traje gris, de Sloan WILSON, una obra a la que he llegado de puritita rebotadera como contaré seguidamente. La cosa suena un poco al 'maldito hombre del abrigo gris', a que se referían Los Nikis, si no fuese porque la novela no trata de un traficante de drogas pedófilo si no, más bien, de un puritito middle-class hero.

En fin, hablar de una novela escrita en 1955 a la altura de 2009 tiene su cierto sentido si operamos sobre la base de un análisis de inversos, de 1/x. Todo expectativas frente a todo crisis y decadencia y blablablá. Pero bueno, como decía, ha llegado a mis manos por pura casualidad: leía el otro día el Diccionario del Dandi de Giuseppe SCARAFFIA; me asaltó una duda en materia de corbatas, me fuí a buscar la solución a cierto Manual del Perfecto Caballero que hace muchos años (¡veinte, qué joder!) me regaló cierta joven, y ahí saltó una cita de WILSON. Hora y media más tarde, me encontré -por supuesto, en Los Portadores de Sueños- con que su libro El hombre del traje gris, inédito en España desde mediados de los cincuenta, había sido reeditado. Curiosidades, causalidades, casualidades. La compré, claro, lo leí, y creo que deberíais hacer lo propio, por más que sea un texto que hable de otro tiempo y otro lugar, entendiendo tiempo y lugar como referentes de un Universo diferente, que nada tiene que ver con el nuestro: da lo mismo que sea NYC ,1955: podría ser el Planeta Vulcano en el año 6215 d.C. La trama tiene el encanto de evidenciar que las cosas pueden acabar bien, por ejemplo, y eso es muy infrecuente en la novelística del principio del siglo XXI. Conviene prestar cierta atención al epílogo que el propio autor clava al final del libro, como siempre adorablemente bien editado por Libros del Asteroide.

Por lo demás, la obra de John CONNOLLY es la nueva adicción de Hans en literatura de género. Cayó en mis manos, en primer lugar, Los hombres de la guadaña, recién publicada por TUSQUETS, que se ha hecho con el material del sujeto para España. Una vez inoculado el virus de la serie Detective Charlie Parker (pues tal es el protagonista de los novelas a que aquí hago mención), empecé a hacerme con el resto del material. Paradójicamente, en mi primera adquisición Bird tiene una intervención relativamente residual, y son sus dos adláteres, Louis y Angel quienes protagonizan el producto. La segunda cosa que leí fue El poder de las tinieblas. Ahora vivo en Perfil asesino. Y quedan un montoncito más con las que iré haciéndome próximamente. La advertencia para todos los lectores de Vladivostok es que en CONNOLLY hay una cantidad de brutalidad por encima de la media. No se espere elegante novela policiaca de reflexión intelectual: aquí lo que hay es un conocimiento aproffondi del boquete que dejará -un poner- el disparo de un revólver Model S&W 500 en el lateral izquierdo del cráneo de una anciana de 67 años, por ejemplo. Es notorio lo mucho que sabe de chatarra homicida el autor irlandés, a fé mía. Como también de entomología, por qué no decirlo, a la vista de la citada Perfil asesino, hasta un punto ligeramente denteroso, he de reconocer. Pero que estos árboles no nos impidan ver el bosque: el amigo es un excelente diseñador de tramas, y, aunque el orden en que estoy leyendo lo suyo no es el correcto (aparentemente, debería haber leido antes Todo lo que muere, pero no he podido hacerme con ella todavía) ya sé qué es lo que mueve al Detective Parker cuando la cosa se pone jodida. Y, qué deciros, me gusta el modo en que CONNOLLY se asoma al lado oscuro.


De lados oscuros puede ir la cosa también cuando me asomo a Wernher von Braun, Entre el águila y la esvástica. Un libro muy interesante debido a un ingeniero aeronáutico (¡alucinad! ¡ni una formulita ni una ecuación en todo el tomo!), Javier CASADO. No creo que haga falta presentar al biografiado , el tipo que diseñó las V2, el tipo que se inventó los lanzadores de las misiones Apolo. Un tipo que entró en las grandes ligas con apenas veinte años, que a los treinta había creado los ya citados cohetes, y que consiguió con treinta y tres que los yankis montasen un cisco bastante mediano para llevárselo -junto con casi todo su equipo, ojo- a los USA, tan grande era su prestigio intelectual. Un sensacional creador de equipos, un puritito líder, que sufrió naturalmente la obvia persecución por criptonazi a lo largo de toda su vida. Los datos que pone a disposición CASADO en su texto me hacen pensar que sin justificación.

¿Fue Von Braun otro de esos alemanes que pasaron la guerra en el metro de Berlín (un saludo a Billy WILDER y a One, two, three...)? Creo que no: diría que es más exacto señalar que, en cierto modo como Leni RIEFENSTAHL, von Braun es un tipo que, jovencísimo, pudo ver su obra ejecutada a una escala que jamás podría haber imaginado, dando así alas al peor de los locos asesinos de la Historia. ¿Fueron, uno y otra, nazis? Insisto, pienso que ninguno de los dos miente cuando dice que no lo fue. Creo que cada uno en su estilo y campo fueron auténticos genios y lo hubiesen sido de todos modos en cualquier otro entorno.

Y con esta liviana reflexión procedo a dar por concluida la entrada y a vertirme hacia el fin de semana, a ver si supero los traumas de la vie-de-tous-les-jours. Recopón. Que os divirtáis. Sed buenos y no rompáis nada.

13 mayo, 2009

Antonio Vega

Como es sabido de todos ya, ayer falleció Antonio Vega.

Echando un ojo a la güé me he encontrado exactamente las obviedades previsibles. Muchas. Por supuesto, he constatado la desfachatez usual de la plana mayor gubernamental apuntandose al carro (fúnebre), y he leido algún comentario afectuoso e inteligente que comprendo bien: Álvaro, Nacho o, curioso, Nacho Cano. Cuando la Lolita Flores (el artículo es deliberadamente despreciativo) ha osado comparar al Maestro con su propio hermano he sentido una cierta náusea: lo único que tuvieron en común realmente es la heroina. Nada más. Aunque fueran amigos, nada se le pegó al segundo del primero, sin duda.

No es muy fácil explicar, a estas alturas del partido, y con tanta deformación como ha sufrido el fenómeno, qué fue la Movida para quienes, a la distancia que suponía vivir en provincias, la vivimos siquiera en parte. No me refiero a las cosas más de colorines, a los meneos de culo de Almodóvar & McNamara, ni al entonces Alcalde de Madrid jugando a tener sesenta años menos, ni a nada más -ni a nada menos- que a la Música: todas aquellas bandas, todos aquellos discos, todas aquellas canciones. Música con una mayúscula, con una capitalina marmórea.

Esa es exactamente la Música que conforma la banda sonora de mi vida. Y si tuviese que elegir de entre todos al Mejor Grupo, al mejor por sus textos, por su destreza instrumental, por sus directos, por su competencia compositora, sabría sin ningún género de dudas a cuál elegir. Por supuesto que hay muchísimas canciones de Secretos, de Mamá, de Elegantes, de Pistones, de tantos otros que son muy importantes para mí, pero sé -como sabemos todos los músicos- que de entre todos ellos, en los primeros ochenta sólo había una banda de esa talla.

Y esa banda es Nacha Pop, mi copia de cuyo primer disco (lleno de joyas -y entre ellas, Chica de Ayer-) si se coge por los bordes, configura una espiral que se desmonta hacia el suelo de tantas veces como lo hice girar. Y en Nacha había un genio estratosférico apoyado por un adlater leal y buena gente, pero que no le llegaba al tacón (entre otras cosas por su turbia afición por el funky). El genio, el tímido genio, era, evidentemente, Antonio Vega. Si alguien es capaz de componer (un poner: son mil) 'Una décima de segundo' pasa, de inmediato, de la Historia a la Leyenda.

Antonio era un cantante cuya voz tenía un color increíble: trato de ser heredero desafortunado de su estilo, que no ciertamente de su brillantez; además, era un guitarra sensacional, un virtuoso tremendo con la virtud de dibujar hermosas filigranas sonoras sin necesidad de caer en horteradas rococó de esas tan gratas, por ejemplo, a los jevis. Y qué decir de sus textos; Antonio explicó una vez hace muchos años que sus letras -sus sensacionales letras- procedían de relatos que escribía. Esa manera de quintaesenciar, de destilar textos -por otra parte muy breves- y musicarlos ha sido una inspiración para mí, salvando evidentemente las distancias. Cada vez que alguien me ha dicho: "Me gusta. Tiene un aire a Nacha Pop" después de escuchar algún tema mío que, lo sé, lo tiene, me he sentido orgullosísimo.

Por supuesto, en su momento, y en cuanto pude, fuí al Penta. Soy poco de peregrinaciones pero esa, en algún momento del final de los ochenta, era imprescindible. Y por supuesto, y de modo análogo, el hecho de que Antonio se haya ido por fín hace igualmente imprescindible que le llore en silencio y escriba esto, por cursi que resulte.

No quiero hoy dejarme llevar por la verborragia. Sería irrespetuoso. Tampoco pondré fotos. Todos tenemos memoria de cómo había sido Antonio Vega, y cómo se encontraba en los últimos tiempos. Buscad pues, por favor, un par de canciones o tres del Maestro (en la red, entre vuestros cedés, o, como yo, entre vinilos) y escuchadlas. Y comprobad, así, cómo se fundamenta la trascendencia de un músico. Como se hormigonan los cimientos de la Eternidad.

R.I.P. Antonio Vega Tallés, 1957-2009

01 mayo, 2009

Jordania


Nuestro primer -y último, asumo- taxista jordano bebe café, fuma, habla por el móvil, conduce y se caga en los muertos de todo lo que se menea en derredor, todo a la vez. Es meritorio, ciertamente. Avanzamos por la que, en una primer aproximación, es la ciudad más fea que he visto en mi vida: Ammán. En una segunda, no: TODAS las ciudades jordanas que he visto, salvo partes muy concretas de Aqaba quizás, son aún más feas.


Jordania, un pais desastroso cuya arquitectura 'moderna' (un decir) acabaría con los nervios de cualquier persona con mínimo criterio estético, la población es amable, los niños encantadores, la cerveza accesible, la comida rica, los pistachos sensacionales, y, ante y sobre todo, un pais que tiene Petra dentro. Sólo eso justifica el viaje. Luego se tiene lo de pasear por el desierto en los muy destruidos jeeps de los beduinos (ah, el encanto de los Land Cruiser Mk. 1: ¿cómo coño aguantan en manos de esos cafres?), lo de los hoteles-para-infieles cómodos, gratos y con playa privada y gimnasio equipado con máquinas pitufo-size, y la marranada esa de pringarse de lodos después de comprobar que, en efecto en el Mar Muerto se flota más y mejor, y el culo se te sale p'afuera si te pones cara abajo. Eso, como generalidades.

Siendo concretos, ya saben los amables-y-escasos (y ahora más con la decadencia de la blogosfera) lectores de Vladivostok que el Comité Central de la Asociación Provincial de Agrupaciones de Asentadores de Plantas de Jardía -y con él su Kapellmeister, que coincide que soy yo- tienen un viaje-de-trabajo (wtf?) al infinito y más allá, y este año fue Jordania, cosa muy satisfactoria dado que MBO se tenía que poner morena para la boda de MBO's-bro' (3rd) que se celebró en 2009-04-18. Soit, que nos fuimos de Semana Santa a Tierra de Infieles. Un no parar nuestra vida, señores, un no parar.

El viaje de ida, para qué negarlo, comenzó torcido, Si bien es cierto que la salida de Zaragotham se había fijado a la muy civilizada hora de las 11.30 -siendo además todo el mundo extremadamente puntual- hacia las 13.00 nuestro guía, pálido el semblante, confirmaba que nuestro cómodo vuelo de las 17.30 se suspendía, y que volaríamos... en fín, cuando tocase, o a trozos, o vía Sebastopol, Zimbabwe o Frankfurt-am-Main.

No fue tan grave: sólo salimos a las 04.45, habiendo previamente cenado en un sitio adecuado en BCN (Cal Pintxo, en concreto), y de cojón.

No aburriré con relatos pormenorizados: sospecho que el viaje tipo a Jordania se parece bastante al nuestro: llegamos a Ammán, fuimos al Monte Nebo y a la fortaleza cruzada de Kerak, al día siguiente visitamos ampliamente Petra (que, insisto, es EL lugar), nuestro siguiente día fue en el Desierto de Wadi-Rum haciendo el cafre por las dunas (si: el desierto de Lawrence de Arabia; y sí, al regreso releí fragmentos contextuantes de Los siete pilares de la sabiduría; la holganza desaforada y con cruceritos en Aqaba y alrededores nos dió para dos días más; a continuación fuimos al Mar Muerto y rematamos en Jerash, impresionantísima, imponente, hermosa, probablemente la ciudad romana en mejor estado que he visto jamás (y recuérdese que uno viene de Zaragotham), y en Ammán (interés cero). No os aburriré, insisto: las cosas señaladas merecen todas la pena, pero sobre todo Petra, Aqaba y Jerash.

Es de citar nuestro guía local, Mohammed (¿como no?), un elemento de lo más contundente: ah, qué cariño en sus palabras en relación con el Estado de Facto de Israel y los territorios palestinos invadidos por Israel, etc. Me recordó tanto otras situaciones con cierto guía croata...

En fin, queridos, que Jordania, esa soit dissant Monarquía Hachemita (trad.: dictadura teocrática) mantiene el buen orden de las calles con cantidades industriales de policia de todas clases, incluyendo tipos con uniforme mimetizado comando y M16 de la versión más reciente. Ni un robo, ni una incomodidad aparente, nada. A las casas, sin embargo, parece que les hayan dejado las melenas engominadas y sin cortar.

Hoy no hablo de libros. Tanto tiempo ha pasado que he perdido la cuenta y la referencia de cosas que debería haberos recomendado. Sólo debo decir que se va programando el cuatro bolo de la gira 'El reton-no de Los Modos'. Y que esta tarde he ido al cine a ver 'Déjame entrar' (un seis y medio sobre diez siendo generoso) del mismo modo que el fin de semana pasado disfruté con mis dos UPF's de 'La montaña embrujada' (pasable: merecerá un sietecillo).
Seguiremos informando.