04 septiembre, 2006

Encantos ferroviarios

...mientras en la calle imperan el caos, el olvido, la prisa, la guerra contra el pasado y sobre todo esto esa gente ilusionada con un cambio, desbordada de júbilo, diría que hasta muy contenta con lo que confían recibir por su fervorosa credulidad, sin pensar que pronto les llegarán las exigencias terribles de la fe sin cuestionamientos que ahora profesan.
Leonardo Padura, La neblina del ayer

Hale. Váyanme administrando ese fragmento. Policiaca escrita por un cubano de hogaño cuyo héroe se llama Mario Conde. Mit zwei. Un descubrimiento, oigan (¿les hablé ya de Adios, Hemingway?).

Un descubrimiento grato, a diferencia del que ahora, a esta hora infame en que transcribo mis notas manuscritas, buscando un dato acerca de Padura, arroja Google sobre mi escritorio: el día 1º de septiembre murió Joaquín Aranda, a quien probablemente ninguno de Vdes. conocerá. Uno de los cuatro redactores históricos del Heraldo de Aragón, ese periódico imposible de mi ciudad, que fue independiente (por donde yo te diga, pero al menos los propietarios del mismo eran un par de familias de Zaragotham, y no una multinacional ni el omnipresente Yísas von Polank) hasta hace poco. Amigo -muy amigo- de mis padres, en su casa -una casa muy poco casa-casa, que diría Rossy de Palma- leí mis primeros Lucky Luke en versión original, y sus manos prepararon la primera ensalada de naranja y cebolla que me comí; de él escuché por primera vez hablar bien de esa Provincia inexistente, y de su voz, una noche de terraza verganiega en el chalet de mis padres, escuché por vez primera un alegato apasionado, superdecibélico, desaforado acerca de la intolerabilidad de la Pena Capital (tal defensa, en su versión sosegada y racional, era la que nos era propia en casa; la había oido de labios de mis padres, claro, pero a esa edad -doce años o así- yo no acostumbraba a ver a alguien gritar tanto. El hogar en que viví hasta los veinticinco era extremadamente británico, muy civilizado); también le escuché poner a parir a los Guardiamarinas como cuerpo -y bien sabe Dios que me he esforzado (infructuosamente) en recordar a qué coño venía crítica tan acerba como surrealista-; en casa de su suegra -poderosísima suegra, a fe mía- escuché por primera vez música de una gramola de discos taladrados; alguna vez -pocas- estuve de acuerdo con sus críticas de cine, de música clásica. Muchas más, claro, en cuanto a libros ("Libros de lance": de habitual nunca escribía sobre novedades) . Hace mucho que no le veía, ni a él ni a su mujer, sobrina por cierto de Buñuel. Si, Luis. No he hablado aún con mi madre, pero sé que le habrá dolido. Mucho. Descanse en paz.

En general, se puede decir que soy poco gritón, y por ello éste apenas es un blog de denuncia; también es cierto que no tengo demasiados lectores (aunque sean todos ellos estupendos y formidables), de manera que pretender hacer de Noticias desde Vladivostok un foro de protesta sería bastante ingenuo. Trato de recordar, y así, a bulto, sólo he puesto a parir a modo al infame Pere Navarro (a quien Dios, llegado el momento de su exitus, envíe donde tenga por conveniente, aunque no dudo que dicho lugar será el Infierno Tenebroso).

Escribo esto yo en la estación de Zaragoza el treinta y uno de agosto, a las 18.00, recién montado en un Altaria que debería haber salido a las 14.32. Me iba a Sevilla a buscar a mi prole y a MBO. El día 1º de Septiembre (sexagésimo séptimo aniversario de la entrada de la Wehrmacht en Polonia) no es para mí día de labor, a diferencia -por lo que parece- de tantísimos compatriotas cuyo movimiento, el 31, combinado con las infrastructuras de palo de que disfrutamos en la Patria, da en causar semejante colapso.

Como digo, soy poco gritón y no me veo haciendo canción protesta ni blog de denuncia contra RENFE. Supongo que también afecta el hecho de que las tres horas y media de retraso las he pasado leyendo en una salita con aire acondicionado tomando zumos y almendras, y que ahora estoy cómodamente sentado con un whisky en la mano. Aunque sean las 19.30, y en lugar de estar casi llegando a Sevilla, veo pasar por la ventanilla uno de esos paisajes castellanos prematritenses de escaso interés estético. La ventanilla es la pantalla de televisión de paisajes medio desérticos que en otros tiempos, y sobre todo desde otros trenes menos esterilizados, describieron narradores con más brio que yo. Hoy, en el AVE (o en Pato, o en Talgo, o en Altaria, o en lo que demonios sea) la poesía del tren se ha ido a hacer gárgaras en beneficio de la eficacia y la comodidad. Pues muy bien, qué coño. Será el whisky.

Aparte de la novela de que he transcrito antes un breve -y apenas intencionado- pasaje, leo los Ejercicios de estilo de Raymond Quesneau. Miro en derredor y atiendo a los pequeños dramas ('Joder, no llego a la reunión', '¿cómo me las apaño ahora para ir a Jerez?', 'Estos se habrán marchado ya', o, más concretamente 'Coño, bonita, quita esa cara de mala hostia que estamos de vacaciones' que parece querer espetarle el exjurgorista a la rubia de entrecejo fruncido, bonitos ojos verdes y contundente sobrepeso que se sienta a su lado) que traen causa de este retraso. Mil anecdotitas más jugosas que la que sirve de base al ensayo de Don Raimundo. No creo que yo fuese capaz sin embargo de emular los cien estilos, la genial densidad intrascendente del galo.

Sigo reflexionando sobre la potencia cabreante del suceso... en fin, me enfada, eso sí, el cachondeo y la falta de respeto que supone el hecho de que la máquina haya cascado hacia las 13.00, pero los carteles electrónicos (cuando estaban operativos) señalaban una demora de 35'... a las 14.35. Juan, de seguro, se hubiese irritado bastante. Bueno, coño, fijo que Juan no coge trenes por muy altivelocistas que sean. No le veo yo a bordo de semejante medio de transporte, la verdad.

Un tipo grandote al que han machacado su organización de trabajo y descanso habla con una persona sentada a su lado -y un poco para todo el vagón- acerca de que, en realidad, no pasa nada.

Y es cierto. No pasa nada. Al otro lado de la ventana, un hermoso atardecer, cómodamente sentado, bien atendido, a una agradable temperatura. No es como estar muerto de asco, de frio o de calor, de hambre, casi de miedo, en el banco de madera de una estación de tren de la España de mil novecientos cincuenta y tantos, con la pareja supervisando, naranjero en mano, el buen orden de las cosas.

10 comentarios:

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

¡¡JAJAJA!! Es el güisqui, sin duda.

Anónimo dijo...

qué bien me conoces, y qué poco me conozco yo a mi mismo. No me gustan demasiado los trenes, sobre todo porque de pequeño me hice muchos trenes guadalajara-sigüenza y madrid-guadalajara. Los primeros eran divertidos aunque tardaban demasiado tiempo. Los segundos eran siniestros y en más de uno he sentido el miedo a los malos que se subían en alcalá y atracaban a un par de viejos y nos gritaban a todos.
Sin embargo, y desde que cogí uno para ir a valencia este verano, le estoy cogiendo el gustillo, y pienso ir más en él. Y cuando estrenen el ave mad-bcn, ni te cuento.

Marga F. Rosende dijo...

Pues si con el guisqui le salen estas cosas, tierno- intelectuales, acido-lúdicas, críticonoespasmódicas, keep on drinking my dear. Yo estoy dispuesta a seguirte por ese camino, y eso que no pruebo el alcohol, aunque lo pueda parecer jeje.
No se a que llamarás tener no muchos lectores, pero me cuesta creeerlo amigo.
Maemocionaó.

Quic dijo...

No he leído este post porque estoy espeso, pero me maravillan las noticias de "El Encuentro" del anterior. Vaya cuadrilla debió juntarse, para fotografiarlo.

Anónimo dijo...

Hans: siento la pérdida del amigo de tus padres. A parte de la muerte en sí, esas cosas siempre parece que marcan el fin de una época. ¿Sabías que el Heraldo de Aragón fue el último periódico español en mantener el formato sábana?

Quic: no seas envidioso, ya nos juntaremos contigo también. :D

Diego dijo...

Dime la marca del whisky, Hans, que yo necesito tranquilizarme. Tanto en lo real como en lo virtual ( desde que he abierto el Mandarinato, me siento más Fu-Man-Chú, y eso, aunque favorezca la tersura de mi castigada piel, no va bien para la úlcera), creo que necesito unas vacaciones de preocupaciones.

Awake at last dijo...

Ya sabes que a mí me funciona mejor el vermouth con ginebra, pero te entiendo, ains...

Muuuaks.

P.D. ¿¿Naranjero?? Es que soy tan joooven, XD

Hans dijo...

AWAKE, 'naranjero' es el nombre genérico (había bastantes marcas y modelos, que me parece ocioso reseñar aquí) que se daba a los subfusiles -metralletas- que se emplearon en la Guerra Civil, y luego por la Benemérita. Como con mucha madera todo, un cierto aspecto rancio. Si has visto 'Libertarias', ese ejemplo apenas racista de objetividad y precisión histórica, cuando los republicanos (perdón, las tropas leales) ejecutan el asalto con una bomba hecha con una caja de caudales contra las Trincheras Nacionales (perdón: rebeldes o sublevadas) sobre la que ponen la bandera republicana y hacen volar por los aires a un par de nac... (perdón: fascistas asesinos), todos los libertarios portan unos artefactos con aspecto anticuado que escupen balas espasmódicamente: eso son 'narajeros'.
MR. D., yo soy muy de Lagavullin, y en menor medida últimamente de Macallan, pero que cada cual escoja su propio veneno. No se me chinice V. demasiado, pol favol.
SUE, es exactamente eso: el fin de determinada época. Y si, sabía lo del Heraldo, ese periódico que forzaba a poner moqueta en los dormitorios pues el único modo cómodo de leerlo era tirado en el suelo :D
QUIC, nos acordamos mucho de tí. Y ya sabes, organiza la siguiente, que ahí se estará :D
MARGA, pocos pero selectos. Me ha gustado que te haya gustado.
JUAN: yo he despotricado mucho toda mi vida de los trenes, pues a mi lo que me gusta es viajar en coche, y, para distancias que excedan los 1.000 klicks, el avión. El tren me crispa. Dicho esto, hay que reconocer que las líneas de alta velocidad son muy cómodas.
WENDY, va a ser eso, sips :D

Xurri dijo...

A mi los aviones me ponen muy nerviosa, por el cuento que se les echa, que gastas más en controles y anticipaciones porsi y retrasos ofcourse que volando de un lao pa otro.

En mi poco experimentada vida de usuaria de ferrocarril, y que no incluye hasta la fecha más velocidad que la del talgo (en esta esquina de la piel de toro nos tienen castigaos), tengo una romántica y eficiente imagen del tren, como semoviente del que te puedes subir y bajar si apenas hacer cola y en cualquier punto de toda su extensión, por el puedes desplazarte libremente en busca de la ventana más apetecible para contemplar matorrales, alcaceles, terraplenes, pedregales, olivares, caseríos, praderas y cardizales,
montes y valles sombríos. La devanadera del campo de primavera.


Más: en el tren la gente se sienta (a veces) cara a cara, y habla. Bueno, en realidad eso no se si me gusta mucho. Pero si te acercas al cristal, te da el sol en la cara y te queda el suficiente trayecto como para no sufrir por pasarte de estación, te adormeces mecida y abandonada al no-hacer-nada que te aguarda por unas horas, pasivamente mecida por el traqueteo constante que se sincroniza con tu propio corazón. Y eso sin güisqui. Una verdadera lástima que no me guste. Qué pena.

Luego viene el puntillo español y se retrasa el tren y todo va de canto. Y de lo dicho, pues ná.

PD: Este post me ha parecido especialmente bien escrito. Y me he dicho: "Pues díselo". Pues te lo digo.

Hans dijo...

XURRI, gracias: aprecio mucho, como bien sabes, tu crítica estilística. Y no desesperes: el AVE os llega pronto!