Me gusta muy poco redactar entradas en WORD, que es una herramienta que más bien considero vinculada al trabajo. Cuando escribo off-curring me gusta más hacerlo sobre papel, y de ahí transcribirlo directamente a BLOGGER, cosa que es una solemne tontería, claro. Me refiero a transcribirlo a esa cosa poco estable y con la que no me acabo de organizar, en lugar de a la herramienta que controlo bastante después de dieciocho años de relaciones formales (si, señores: primero en MAC y luego en pecé, Microsoft me ha aportado mucho sosiego textiltratamentario).
En fin, las notas que espigué en hoja de libreta a lo largo del vacuo día de ayer se me han deslizado de entre las hojas de un libro esta mañana por la calle y las he perdido para siempre. Si, es que Hans gusta de ir caminando a trabajar con un libro entre manos. Éste, en concreto, una cosa de Agustín Sánchez Vidal, el Catedrático de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza a quien no le falta mano para la narrativa. Ya comentaré.
Bueno: con la pérdida de las notas tampoco os habéis perdido gran cosa. Un texto así como medio melancólico (fruto de un día solitario como el de ayer) y tal que no se aviene demasiado con el espíritu –actual- de Noticias desde Vladivostok.
Mis vacaciones se iniciaron en realidad –como ya conté- cuando conseguí que me entregaran nuestro nuevo coche. No sé si conocéis la desopilante película del genio Billy Wilder, “Uno, dos, tres”, una de cuyas escenas finales incluye una limousina Mercedes a toda hostia por las calles de Berlín con un pintor colgado de la ventanilla pintando un escudo heráldico en la portezuela delantera derecha; pues esto fue parecido: salimos dirección Huelva a toda galleta, casi con el mecánico aferrado al morro del auto, atornillando las placas de matrícula.
Nuestro nuevo coche es grande, muy grande; cómodo, muy cómodo; lleno de pijadas, muy lleno de pijadas... y aburrido. Muy aburrido. Entre la idiocia del hijoputa de Pere Navarro obligando a ir a 120 km/h por autopista y lo de la caja automática y el control de velocidad de crucero, sólo falta poner unas cuerdillas que salgan del salpicadero y que aten el volante a unos dispositivos guiados por el navegador y dejar que vaya todo solo. Qué coñazo, nom de Dieu.
Sobre todo a la vuelta, el pasado domingo. Me chapé 1.000 klicks alone, con la sola compensación de que logré llegar a Madrid a la hora de comer, de manera que pude hacerlo con la nunca suficientemente bien ponderada Mujer Tirita, y tan ricamente. Punto a favor del navegador que me llevó al restaurante sin yo osar intentar hacer nada diferente de lo que me ordenaba esa enervante vocecilla.
Nos embutimos sendos steaks tartare en una agradable terracita nada calurosa y destripamos el pop español de los últimos tiempos, las vacaciones, los niños –y su eventual condición coñazo-. Qué estupenda, qué brillante es esta mujer. Y fue muy agradable todo.
Después de un café doble retomé carretera para llegar a Zaragotham. Desempaqué equipajes y salí con mi amigo D. (que se iba al día siguiente al monte con sus pequeños delincuentes) a cenarnos, con una botella del nunca traicionero Muga Crianza, un poco de jamón y una ensalada con perdiz bastante sabrosa.
Me acosté pronto, para descubrir al día siguiente -14, lunes- que en Zaragotham había mucha más gente de la deseable, pero ninguno de los deseables: ningún amigo en la ciudad, todos de traca por ahí. Ese lunes hube de trabajar –una pérdida de tiempo, todo a medio ritmo, fatal-.
Concluídas mis labores aparqué el Neotrattore y cogí mi apero (el cambio de una cosa grande, inmensa, cómoda y llena de asistencias a una cosa pequeña, dura, correosa y nada automática fue un poco contundente, pero me sentí muy bien con el empuje del cacharro y con el cielo por techo) aunque no me pude ir a correr un rato, que era lo que me apetecía. Qué hijoputa, el Pere Navarro.
Así que concluí la tarde yendo a la FNAC y al supermercado del Corte Inglés a desquitarme un poco –compra compulsiva de nutrición espiritual, en el primer comercio, y compra compulsiva de nutrición de la otra, en el segundo-.
El quince de agosto es un día vacuo siempre, para que nos vamos a engañar, pero el de ayer fue tremendo. No salí de casa. Dediqué el día a estar holgando por mi casa, vagueando infamemente; tocando un ratillo la guitarra –sin enchufar-, leyéndome La Venganza de Sharpe, otro capítulo de la saga del Fusilero Sharpe debida a Bernard A. Cornwell, que me gusta mucho y que cayó en una sentada (para que MBO pueda llegar y enganchar), y viendo la tele mucho más de lo que tengo por costumbre: un par de capítulos de Sexo en NY, otro de Anatomía de Grey, incluso uno de Las Chicas Gilmore. Vamos, muy relajado todo. Apenas calenté alguna cosa en el microondas, pelé algo de fruta... y todo ello en una Zaragotham que no está a 45º a la sombra –como preveía yo- si no todo lo contrario.
Recordaba ayer un ensayo de Buchanan, Etica y Progreso Económico, en que el autor, aplicando criterios de ciencia económica, critica severamente -desde un punto de vista ético- días tan poco productivos como el mio de ayer. Y es que estos economistas yankis son unos putos pesaos. Frankly, darlin', I don't give a dime :D.
Seguid disfrutando de vuestras vacaciones, que yo ya estoy enganchado al banco de boga. Snif.
En fin, las notas que espigué en hoja de libreta a lo largo del vacuo día de ayer se me han deslizado de entre las hojas de un libro esta mañana por la calle y las he perdido para siempre. Si, es que Hans gusta de ir caminando a trabajar con un libro entre manos. Éste, en concreto, una cosa de Agustín Sánchez Vidal, el Catedrático de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza a quien no le falta mano para la narrativa. Ya comentaré.
Bueno: con la pérdida de las notas tampoco os habéis perdido gran cosa. Un texto así como medio melancólico (fruto de un día solitario como el de ayer) y tal que no se aviene demasiado con el espíritu –actual- de Noticias desde Vladivostok.
Mis vacaciones se iniciaron en realidad –como ya conté- cuando conseguí que me entregaran nuestro nuevo coche. No sé si conocéis la desopilante película del genio Billy Wilder, “Uno, dos, tres”, una de cuyas escenas finales incluye una limousina Mercedes a toda hostia por las calles de Berlín con un pintor colgado de la ventanilla pintando un escudo heráldico en la portezuela delantera derecha; pues esto fue parecido: salimos dirección Huelva a toda galleta, casi con el mecánico aferrado al morro del auto, atornillando las placas de matrícula.
Nuestro nuevo coche es grande, muy grande; cómodo, muy cómodo; lleno de pijadas, muy lleno de pijadas... y aburrido. Muy aburrido. Entre la idiocia del hijoputa de Pere Navarro obligando a ir a 120 km/h por autopista y lo de la caja automática y el control de velocidad de crucero, sólo falta poner unas cuerdillas que salgan del salpicadero y que aten el volante a unos dispositivos guiados por el navegador y dejar que vaya todo solo. Qué coñazo, nom de Dieu.
Sobre todo a la vuelta, el pasado domingo. Me chapé 1.000 klicks alone, con la sola compensación de que logré llegar a Madrid a la hora de comer, de manera que pude hacerlo con la nunca suficientemente bien ponderada Mujer Tirita, y tan ricamente. Punto a favor del navegador que me llevó al restaurante sin yo osar intentar hacer nada diferente de lo que me ordenaba esa enervante vocecilla.
Nos embutimos sendos steaks tartare en una agradable terracita nada calurosa y destripamos el pop español de los últimos tiempos, las vacaciones, los niños –y su eventual condición coñazo-. Qué estupenda, qué brillante es esta mujer. Y fue muy agradable todo.
Después de un café doble retomé carretera para llegar a Zaragotham. Desempaqué equipajes y salí con mi amigo D. (que se iba al día siguiente al monte con sus pequeños delincuentes) a cenarnos, con una botella del nunca traicionero Muga Crianza, un poco de jamón y una ensalada con perdiz bastante sabrosa.
Me acosté pronto, para descubrir al día siguiente -14, lunes- que en Zaragotham había mucha más gente de la deseable, pero ninguno de los deseables: ningún amigo en la ciudad, todos de traca por ahí. Ese lunes hube de trabajar –una pérdida de tiempo, todo a medio ritmo, fatal-.
Concluídas mis labores aparqué el Neotrattore y cogí mi apero (el cambio de una cosa grande, inmensa, cómoda y llena de asistencias a una cosa pequeña, dura, correosa y nada automática fue un poco contundente, pero me sentí muy bien con el empuje del cacharro y con el cielo por techo) aunque no me pude ir a correr un rato, que era lo que me apetecía. Qué hijoputa, el Pere Navarro.
Así que concluí la tarde yendo a la FNAC y al supermercado del Corte Inglés a desquitarme un poco –compra compulsiva de nutrición espiritual, en el primer comercio, y compra compulsiva de nutrición de la otra, en el segundo-.
El quince de agosto es un día vacuo siempre, para que nos vamos a engañar, pero el de ayer fue tremendo. No salí de casa. Dediqué el día a estar holgando por mi casa, vagueando infamemente; tocando un ratillo la guitarra –sin enchufar-, leyéndome La Venganza de Sharpe, otro capítulo de la saga del Fusilero Sharpe debida a Bernard A. Cornwell, que me gusta mucho y que cayó en una sentada (para que MBO pueda llegar y enganchar), y viendo la tele mucho más de lo que tengo por costumbre: un par de capítulos de Sexo en NY, otro de Anatomía de Grey, incluso uno de Las Chicas Gilmore. Vamos, muy relajado todo. Apenas calenté alguna cosa en el microondas, pelé algo de fruta... y todo ello en una Zaragotham que no está a 45º a la sombra –como preveía yo- si no todo lo contrario.
Recordaba ayer un ensayo de Buchanan, Etica y Progreso Económico, en que el autor, aplicando criterios de ciencia económica, critica severamente -desde un punto de vista ético- días tan poco productivos como el mio de ayer. Y es que estos economistas yankis son unos putos pesaos. Frankly, darlin', I don't give a dime :D.
Seguid disfrutando de vuestras vacaciones, que yo ya estoy enganchado al banco de boga. Snif.
9 comentarios:
¿No le has puesto levas en el volante al triptronic? Deja de ser aburridísimo. En las curvas hacia Taramundi, descapotado y jugueteando con las levas me lo he pasado como un enano.
¿Q7 o Allroad?
Te cambiamos el coche nuevo por el coche nuevo de Nuria: un tanque de 12 años, muy robusto, muy antiguo, muy básico y muy guapo. Color gris inicio años 90, a/a y de nombre Peugeot 405 GR. Se sale!
Por lo demás te diré que saque la guitarra y le pedí a un colega hospedado en nuestra cueva desde hace ya mes y pico que me cambiase las strings. Me las cambió pero jodió la última (o la primera), vamos, la más aguda... la e-string. Me había bajado los tabs de algunos temas de Uriah Heep y me quedo con las ganas hasta que tenga ganas de comprar al cuerda que falta.
Por si te consuela: aqui ha bajado la temperatura y por lo menos podemos tener el a/a apagado en casa. esto es inaguantable.
LG
E-Jay, Allroad, con levas (y casi cualquier cosa que se te ocurra) en el volante. La condición techumbreless compensa de todo mal, anyway. Hemos de quedar un día y nos cambiamos tu juguete por mi apero un rato para hacer unas curvas.
NyJ, conozco de la indestructibilidad de los peyós en general y del 405 en particular. Muy descriptivo lo de "gris inicio de los 90" :D. Y por cierto, mon ami, no seas jodido vago. Si me dices el calibre (0.10? 0.09?)que has comprado y me das tu dirección soy capaz de mandarte una prima por correo, coños. Todo sea por recuperarte para la cuasa del rock'n roll, única verdad en este mundo descreido y tal y tal. :D
Hans guitarrero y meláncolico de vida agostina que no agostada....hace unos días me sentí yo con mis circunstancias un poco asín. Lo del coche es graciosísimo con el mecánico colgado de la matrícula es graciosísimo.
Un abrazote
Que tautológico me ha quedado mi post anterior. Menos mal que tengo una reputación ya construida....
Besos gordi
Por lo que veo, viniste a Madrid y no te hiciste el rally M-30, o en ese caso no dirías que conducir es aburrido, por muy automatizado que esté.
Por Dios, que maravilla... ¡¡Que bien me dejas siempre!! Para mi fue un autentico placer.
Fue una comida muy agradable, y creo que me bebí una cantidad de vino muy superior a lo que mi cuerpo es capaz de metabolizar.
Yo subía a Asturias casi todos los fines de semana. Por aquella época estrené el Ibiza, que para mi era increiblemente potente. Estuve durante un año (aprox.) subiendo a Asturias por Burgos, con esas carreterillas, con esos cambios de rasante. Y me encantaba.
Ahora ya no, que me da sueño.
Besos.
Boooogaaa, boooogaaaa, maarineeroo, laa barquiiitaaa nooo vooolveeerá, noo voolveerá, va leeeejos, síííí, de aaaquíí, vaa leejos, sííí, de aaaquííííííí
(lo siento, no he podido evitarlo, :*)
XDDDDDD
Besos!
AWAKE, sós pésima :D
WENDY, sólo lo que mereces.
WOULD, la señorita esa que llevo dentro del salpicadero me llevó al sitio en que había quedado con Wendy atravesando una M-30 absolutamente beirutí; un camino absurdo, diría yo, pero al Navegador hay que plegarse, sin opinar: sólo obedecer.
MARGA, mejor tautológica que omitente ;-D
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