20 agosto, 2006

The Waste... week

APRIL is the cruellest month, breeding

Lilacs out of the dead land, mixing

Memory and desire, stirring

Dull roots with spring rain.

Esto tan bonito lo dice T.S. Elliot. Son los primeros cuatro versos de The Waste Land (1922). El primero de ellos, en particular, lo he citado muchas veces en mi vida, cambiando naturalmente el mes en función de las necesidades; podía ser perfectamente Septiembre es el mes más cruel o Febrero es el mes más cruel, o Diciembre o Julio, con dos cojones y sin ninguna vergüenza: uso alternativo de la poesía, ya sabéis.

En fin, yo lo que quería era mencionar The Waste Land, que podríamos traducir como La Tierra Baldía, pues mi semana laboral pasada ha sido eso precisamente: baldía. The Waste Week. Hasta los work-a-holics tenemos momentos de bajón. Dios, qué pereza, qué desperdicio de tiempo. Salvo el viernes, por no mentir, la semana ha sido ineficiente. Me decía mi admirada Wendy que es el sindrome post-vacacional. ¿Yezokéh?, me preguntaba yo, que jamás he padecido semejante cosa.

Lo cierto es que MBO también ha sufrido de cosa análoga. Trabajando con poca convicción y menos ganas. En fin, siempre hay trabajos tontos para días como esos, en días como esos, in days like these, que cantaba el admirado y rojísimo Billy Bragg. Mi amigo Álvaro, informático él, hace ya muchos años, reservaba para los días de resacón una tarea tan peregrina como formatear discos de 5 1/4". Si, bueno, ya comprendo que a todos vosotros, queridos y jovencísimos lectores, eso os sonará a swahili prepaleolítico, pero creedme: antes de esos diskettes que tan apenas habéis conocido, los de 3.5", de plastiquillo y tal, había otros que eran de cartón y más grandotes, y que venían sin formatear, más que nada porque el estándar pecé es, al fin y al cabo, relativamente reciente, y porque antes de que todo quedara reducido a pecé (hoy hasta los discos de mac son comptabiles) había cien mil estándares diferentes.

En fin, mesozoicidades aparte, que hay que tener tareas automáticas y de poco calado intelectual para los días de resaca. O para los días de síndrome post-vacacional. Ordenar documentos, leer boletines, tirar papeles y contestar preguntas tontas con informes simples. Nada muy profundo, please.

Dadas las condiciones de presión y temperatura, y considerando que la progenie se encuentra en el Sur con sus queridísimos (para ellos y para mí) abuelos, MBO y yo consideramos que iba a ser muy buena idea irnos a pasar el fin de semana a La Torre del Visco, un sitio extremadamente recomendable que sirve básicamente para alejarse del mundanal ruïdo, leer mucho en el jardín (a pesar de que algún otro mosquito te jorobe un poco la paz y la epidermis), ser nutrido con destreza y largueza (y para muestra un botón, la cena del viernes: carpaccio de solomillo, arroz negro de frutos de mar, lubina con cous cous de naranja y suprema de pintada con col lombarda y peras; o ayer noche, un rape sobre una cama de puré de apio exquisito -aunque me equivoqué al elegir el vino, un Martinet Bru 2003 que me gusta mucho pero que a MBO no le satisfizo nada-nada) y beberse un Laphroaig en la biblioteca tan ricamente mientras uno se termina -un poner- La Llave Maestra del ya citado Sanchez Vidal (que de momento no comento pues no la he terminado y no acabo de tener claro si sí o si no) .

El hotelito en cuestión está perdido en medio del monte y se accede a él por una senda de difícil tránsito. Como ya os conté aquí, los propietarios son una pareja de ingleses con un gusto exquisito que han reformado adecuadamente un antiguo -muy antiguo- molino, con una poderosa torre, creando un sitio perfecta y absolutamente maravilloso. Tales valoraciones son, claro, subjetivas, pero podéis fiaros: dudo bastante de que ninguno de mis lectores fuese capaz de poner eso en cuestión.

En fin, visitamos ayer la bodega de Venta d'Aubert, de la que también os hablé en aquella entrada, con escasa precisión por cierto; se trata de una bodega que tiene siete referencias entre blancos y tintos, con un pago de dieciséis hectáreas de viñedos de ocho varietales de uva. Como ya señalé, elaboran uno de los que, para mí, son hoy por hoy los mejores vinos que se producen en Aragón, el Venta d'Aubert, y su hermano mayor y más caro, el Dionus. Compramos algunas botellas, y entre ellas algo de blanco que ya os contaré (no he probado de momento ninguno de los dos, ni el Venta D'Aubert blanco ni el Viognier).

En fin, que ha sido un weekend de excesos enogastronómicos, que hemos rematado con una visita al Convent -ñam- que hemos regado con un blanco de Somontano que no había probado todavía y que desde luego tendré en consideración en lo sucesivo. También hemos hecho alguna excursioncilla -sin muchos excesos: no olviden que quien escribe esto es Hans-, un poco de conducción por caminos con el Neotrattore por esos montes de Dios (en posición de suspensión AllRoad :D) y, antes de llegar a Zaragotham, nos hemos metido a un autolavado a pegarle unos buenos lanzazos de agua jabonosa a presión. Y como seguimos solos hemos rematado la tarde del domingo leyendo la prensa (aburridísima) en una terracita. A ver si la semana que entra no es tan baldía, caramba.

5 comentarios:

Marga F. Rosende dijo...

Lo de la Torre del Visco suena de maravilla. Leeré tu crónica con mas calma después de comer, pues me tengo que ir ahora. No obstante me gustaría tener alguna información más de la estupendisima tower, para, si se tercia hacer una escapada.
Un beso Eliotiano amigo

Xurri dijo...

Yo si formateaba disquetes de los que se esculpían a escoplo y martillo. De los que precisaban de enano interno en la torre del PC - que en aquellos tiempos no era torre, era armario.
Cualquier cosilla que le pedías a una máquina tardaba siglos. Donde estaba, además, compartíamos 1 sola máquina entre 20. Todos scientists. Literalmente 20, que no sumo ni resto ninguno.
Los ratos muertos para formatear eran de 3 a 4, o de 4 a 5 de la madrugada (escapándote de la guardia, jé). Tenía su qué, el asunto, no te creas.

En fin, contra el aburrimiento: suicidio por apnea.

ATT dijo...

Para evitar el síndrome post vacacional, lo mejor es trabajar en vacacoines, para no perder el ritmo.
Es malo para la vida familiar, para el relax, para la felicidad y para la líbido, pero buenísimo para evitar el dichoso síndrome.

Awake at last dijo...

Yo MATARÍA por una semana sin sobresaltos...

Besos!

Hans dijo...

Ya hablaremos, MARGA, y te cuento.
XURRI, es imposible que con tu edad cuasi impúber hayas sufrido esas cosas, salvo -eventualmente- en una reencarnación anterior.
ATT, probablemente tienes mucha razón, pero no acabo yo de verlo...
AWAKE, el problema es que ya la pasada semana (3ª de agosto) empezaron los sobresaltos, joder...