16 diciembre, 2005

Waiting for a friend


El Hanna Fritz es un lugar cómodo ciertos días y a determinadas horas. Lo cierto es que eso es lo que pasa en la mayor parte de los garitos de Zaragotham. Las cafeterías de mañana se transforman en bares para la copa de antes de cenar y en garito chundachunda después de que la gente empiece a salir por la noche. Aquí podría venir un discurso sobre la aberración del régimen de licencias al respecto en la ciudad en medio del desierto, pero resultaría (aún más).

MBO se acaba de ir a casa, recién salimos de una inauguración de una exposición colectiva en que un escultor amiguete cuya obra nos encanta exhibía alguna cosa. He comprado un par de láminas no seriadas, muy hermosas, cuyas texturas lamentablemente no se podrían apreciar en una foto que eventualmente colgase aquí (además, y de momento, se han quedado en la galería, claro).

Son como las nueve menos diez, entro al Hanna. La parroquia es la estándar; el sitio es así como pelín ideal de la muerte –listón de Zaragotham-, y por tanto concurre bastante ejemplar del que MBO –apenas cruelmente- llama “rubio zaragozano”, tanto como ejecutivillo similpiel. Lo normal, o sea.

Sé que mi amigo se demorará. Esta vez no es culpa suya, es tremebundamente impuntual, pero hoy se deberá, sobre todo, a la descoordinación. Ni siquiera le llamo al móvil: ya llegará. Me apoyo en la barra y pido una cerveza negra. Sacó un trozo de cartulina y la estilográfica de anotaciones –la de tinta verde- y me pongo a apuntar algunas cosas.

No soy consciente en el momento, pero de repente me doy cuenta de que justo al lado hay una chica. Treinta, treinta y dos tal vez. Aspecto de haber salido de trabajar, viste un sastre con tacones de no más de tres dedos. ¿Exhibe quizá rostro de enfado manifiesto?. Es jueves. Tal vez. Tiene una cerveza delante, fuma. Apaga el cigarro. Sigo con mis anotaciones, y noto claramente su inquietud. Enciende otro pitillo. Mira el reloj. Mira a su móvil, e incluso al mío. ¿Tiene alguna ojera, eventualmente?. Miro hacia la entrada, y mi mirada se cruza con la suya. Caramba. Eso ya no es cabreo. Eso es directamente tristeza. Desesperanza.

Y a mí, que estaba muy tranquilo con mi reflexión de organización imposible para la próxima semana, me entra de repente la conciencia. Joder. ¿Le gustaría hablar de nimiedades? ¿Querría explicar que le jode infinito que la hayan colgado? ¿Le iría bien que le dijese “parece que nos han plantado” con una leve sonrisa amistosa, aunque sea inexacto?. ¿O tal vez sería una metida de pata en este lugar, que en el fondo, un jueves antes de cenar no es si no un pre-escenario del terreno de caza en que esta noche será la misma barra, a partir de las 02.00, y para qué cojones voy a meterme en problemas?

La verdad es que me quedo con la duda, pues, mientras, paga su cerveza, apaga su cigarro, coge el camino de casa. Por algún motivo, la chica se convierte en un paradigma de la soledad, y yo me quedo con la sensación de que he dejado de hacer algo que hubiese sido bueno por evitarme milongas.

Llega mi amigo y empezamos a arreglar un mundo que no tiene solución: el suyo. A las 22.15, con gran sorpresa de MBO, regreso a casa. Con una cierta amargura, para qué engañarnos, aunque todo esto sean "penas de privilegiados".

8 comentarios:

Xurri dijo...

Probablemente habría hecho lo mismo, Hans, es decir nada. Un bar de copas que aún está abriendo, varón en la barra con aire desvalido-desquerido-abandonado-olvidado y con el orgullo sangrante = ABSTENCIÓN.

Porque no hay nada más molesto que la malinterpretación de un gesto bien intencionado, tipo amar (espiritualmente) al prójimo, demostrar interés por el ser humano y demás sandeces que se me ocurren en ocasiones. Far from fucking. Solo soltar una palabra amable.

La experiencia enseña que es una temeridad.

Y aunque me lo sigue pidiendo el cuerpo (mi no poder ver sufrir animalito) he aprendido a callarme.

De lo cual no se si estoy a)orgullosa o b) avergonzada o c) todas las anteriores son falsas o d) a y b son correctas.

Eso si, a mi si me ves así, me hablas, plis.

Anónimo dijo...

Seguro que ella te agradeció que no dijeras ni mu.

Hans dijo...

De manera que, de conformidad con el criterio de la mayoría abrumadoramente femenina de comment-aristas de esta entrada, hice bien.
Pos me alegro, porque sigo sin tenerlo nada claro. :-S

Xurri dijo...

Repito: a mi si me ves así me hablas, plis.

Hans dijo...

Heard kitchen, X.

Anónimo dijo...

Te falta un comentario masculino, aunque coincido con los que termino de leer. Abstenerse en estas cuestiones es ganar en salud y evitar mayores problemas. A menos claro, que -con otras intenciones- el pequeño predador que todos tenemos durmiendo dentro del coco te susurre al oído, invitándote a la hazaña.

A juzgar por la situación tenías dos posibilidades.

a) que tu inquietud fuera mal interpretada, ignorando tu buena intención.

b) que tu inquietud también fuera mal interpretada -aunque aceptada- no importando cual fuera tu intención.

En el segundo de los casos me pregunto cuál sería tu próximo paso. Situaciones así se suceden día a día, inaugurando descomunales berenjenales en los cuales uno no quisiera haberse metido jamás.

A veces es mejor no tener las cosas demasiado en claro, Hans.

Hanna B dijo...

como mola el nombre de ese bar ;) desconocía su existencia!
pues es que la gente sólo habla con desconocidos con cierta gracia en las pelis. en la realidad es todo más crudo, más cutre, menos interesante, etc..
pero siempre he deseado que un amable, apuesto y soltero muchacho se me acerque en el fnac y me se dirija (a mí) y luego nos vayamos de copas y tal...

Hans dijo...

Hanna, cuando vengas a Zaragotham te lo enseño ;). Yo estoy seguro de poder no ser cutre, crudo ni poco interesante en una conversación como la que yo planteo. Lo que pasa es que yo hablo de hacer empatía con alguien con pinta de estar jodido, más bien, y tu "abordaje" de FNAC tiene más que ver con un escarceo amorosoide, dal-lin' ;-D.