Eso es lo que tengo la sensación de estar haciendo ultimamente. Estoy básicamente cansado, como laxo: es un estado que se prodiga -curiosamente- cuando uno tiene más cosas que hacer. El final del verano no ha sido nada bueno en ese sentido, pero, además, se ha echado encima un frio excesivo para el mediado septiembre. Zaragotham, como es sabido, carece de otoño y primavera, y sin embargo siempre hay como un par de semanillas en cada intersticio que permiten que el desembarco en la vida de todos los días no sea tan cruel.
Hace mucho tiempo, examinando -juzgando- una situación conflictiva en que se encontraba determinada persona, me ví sorprendido por el hecho de que, abrumado por sus innumerables errores en cierto ámbito, dicha persona había optado por una absoluta lasitud, resignada, indolente. Inacción. Resignación ante el desastre y las consecuencias que para él se seguirían.
No lo comprendí. No lo comprendo, de hecho. Sin embargo, en días como estos, no me resulta tan ajeno; claro que todavía camino por el lado responsable (no me abandono) pero supongo que si a esta situación nauseabundamente indolente se le añadiese depresión, mala conciencia por algo gordo, responsabilidades desbordadas... no tengo tan claro que fuese así.
Todo esto tiene que ver con la fragilidad de las situaciones placenteras, que abona la tesis de tomar rápidamente la flor del día, no sea que venga el Katrina y lo joda todo. Eso se aviene mal con una línea de actuación más bien prudente, más bien austera -en cierto sentido-, más bien cauta... que en principio reivindico como propia. La antítesis, he de decirlo, del pensamiento blogosférico. Supongo.
El regreso de la progenie al colegio (con esa especie de estupidez bachi-bazouk por cierto, consistente en que cada uno entre a una hora, y además por la tarde no tengan clases) tampoco coadyuva a un mejor ánimo, pues hace presente el único miedo real que un adulto puede tener: el que trae causa del sufrimiento de los hijos. Aunque sean dolores pequeños en realidad, se nos clavan como cristales de escaparate en las plantas de los pies.
Me releo. Lo voy a dejar así, sólo como piedra millar de un estado de ánimo que espero vire a estribor y a mejor pronto.
Iba a llamar esta entrada "Los mil tonos del gris", que es el título provisional de un tema que llevo tres meses tratando de terminar de componer, sin éxito. Pero no lo haré: me gusta demasiado la conjunción de esas cinco palabras como para derrocharlas en el título de una entrada que tan poco me gusta.
8 comentarios:
A veces la inacción nos roza tangencialmente como si quisiera hocicar en la frágil membrana de nuestra existencia. En tal caso se trata de estar bien "aceitados" para que simplemente nos patine sin hacer mella. La lasitud no siempre es un signo de advertencia, tampoco un relajarse y gozar, pero nos obliga a parar la pelota y ver para dónde vamos a retomar el desafío del juego.
Pues yo esta semana paré la pelota, me senté y cuando me levanté para chutar y retomar el juego, se me habían llevado la pelota así que me he vuelto a sentar a pesar de saber que corro el riesgo de quedarme fuera de juego. Eso junto con un catarro que estoy incubando está consiguiendo que alcance las cotas más bajas de productividad del año.
A la situación que describías de esa persona le llaman "helplessness". Signo inequívoco de depresión, instaurada o en ciernes. Lo que te pasa a tí, en cambio, suena más a astenia- primaveral, u otoñal más bien- si bien esta última tiene cierto deje de decrepitud, así que mejor la descartamos, de momento.
Me encanta: los mil tonos del gris.
¿Has probado con el Actimel? Yo me creo los anuncios, y éstos dicen que es mano de santo. Si no funciona hay otra movida que anunciaba en la ser Jimi Gimenez-Arnau que tambien se supone te pone a mil. Animo.
Cambio de agujas.
Enmudeciste.... nos dejas?
Todo esto tiene que ver con la fragilidad de las situaciones placenteras, que abona la tesis de tomar rápidamente la flor del día, no sea que venga el Katrina y lo joda todo. Eso se aviene mal con una línea de actuación más bien prudente, más bien austera -en cierto sentido-, más bien cauta... que en principio reivindico como propia. La antítesis, he de decirlo, del pensamiento blogosférico. Supongo.
cof, cof... Al diez minutos , a los blogs de amargaos y a tí os salva el Farruco. Cosa fina de justicieros, juas
El Camarón
Pues bueno, pues muy bien, Camarón. No entiendo qué coños quieres decir, pero muy bien todo, oyes (sic).
Al resto de comentaristas, gracias por la empatía. El viernes me marqué una contestación mucho más exacta con glosa uno por uno de vuestros (apreciadísimos) comments, pero se ha ido a Sodoma. No está. Joder con la informática. Claro que si a Damadelicata, que sabe de estas cosas, se le rompe el apero, qué no va a pasarme a mí...
Voy a ver si encuentro material para una entrada nueva entre la acidez de estómago
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