Por lo demás, Hedonismo, hermanos.
El "Racó de Can Fabes" no defraudó mis expectativas hace dos domingos.
Simplificando: me tomé el mejor pato de mi vida (a pesar de que Santi Santamaría me indicó que la salsa no está prensada a la francesa) a milenios luz del siguiente. Supongo que dispone de un proveedor que le facilita piezas todas exactamente iguales en peso y conformación, lo que le permite saber que, exactamente, quince minutos, diecisiete segundos y dos centésimas -un poner- darán lugar a una pechuguita toda ella carne de tono rosaceo exenta de cualquier textura "gelatina-de-pájaro". Luego procede a un segundo servicio de los muslos, que exigen algo más de fuego.
Antes de dicho pato, disfruté de unos raviolis de gamba. Los raviolis para el Sr. Santamaría han de carecer de pasta, como así te lo recuerda cuidadosamente el Maitre. Se hace una especie de exfoliado de láminas de gamba, finísimo, que se rellena de un mix que contiene entre otras cosas bien de verdurita, hierbas y algo fúnguico que no sé qué es. Glorioso, truly.
Tanto los aperitivos como los postres merecerían comentario independiente propio, son una comida en sí. Exquisitos y muy abundantes, por cierto, aunque esté mal decirlo hablando de un sitio como éste. Lo cierto es que suponen un inicio y un remate muy adecuado, que además hace que uno salga saciado. Redondo.
Bebimos, después de una copa de cava de la casa (muy notable, pero me pareció mala idea seguir en ello por la cosa canárdica que ya he citado), a un Marqués de Vargas Reserva 2001, para concluir con un Islay que no conocía (no, ni Lagavullin, ni Laphroaig, ni Caol Illa, ni por supuesto Bowmore ni asuntos menores) ni recordaré. En cuanto a la espantosa modernidad de la columna derecha de la carta de vinos, hágase idea el enósofo aplicado si digo que el Reserva consumido se ubicaba por el estrato bajo de aquélla.
En suma, excelso. Una muy adecuada manera de amortiguar el desagradable impacto del aterrizaje en la vida de tous les jours, o "asín"
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