O, dicho de otra manera, Recortes de mi vida, de Augusten BORROUGHS.
Aquellos de vosotros que tengáis una cierta conciencia de lo que es la literatura americana, perdón, norteamericana, perdón, estadounidense, sabréis que en ella hay un par de flancos o más bien tres; uno, cubierto por aquellos que evidencian de un modo u otro su condición de británicos frustrados; por otra parte, están los otros (check next issue, please); y finalmente están los que describen lo que en realidad son los U.S.A.: descriptores de la chaladura, o sea. Los USA son el único lugar del universo donde uno puede ser un poeta, un megafascista y un patriota (en el sentido democrático del término, y si no entiendes esto háztelo mirar) al tiempo, no sé si me explico.
En fin, es lo mismo; a los efectos de mi análisis, lo importante es que uno puede ser un súper-escritor -brillante, genial- y a la vez un torturador (coñazificador) de estudiantes de secundaria: un ejemplo, SALINGER. Se me dirá que Cela cabría en esa descripción (todos nos hemos tenido que chapar lo de la Alcarria o el Pascual Duarte a los quince o dieciséis), pero es falso: Cela era un individuo que absorbía agua por el ano, estaba obsesionado con arrejuntarse con una individua más joven que él e hipotéticamente revestida charme (cosa que también le pudo pasar a BORGES, sólo que éste SI era un genio, no como el tipo ése con pinta de Mr. Pump -y asumo que esto es una cita para hergéfilos de alto voltaje-) y aún pretender el Nobel, cosa ésta última que en si misma no está mal per se, pero que le deja a la altura del betún si se le compara con un tipo que apenas se muestra en público, y a quien el hecho de que su novela sea el modelo a exponer a los adolescentes se la trae al pairo. Cela tiene alguna cosa escrita muy merecible, cierto, pero en esencia es más bien innecesario, sobre todo a partir del punto en que empieza a estar más preocupado del diámetro de su panza a efectos de que el chaqué le quepa; bref, lo cierto y verdad es que mucho de lo que escribió carece en términos absolutos de interés. Borges era formidable. Cela es un tipo cuyo prestigio se construyó, básicamente, a golpes de pedo, al menos si se toma en consideración a la gente viva hoy en día.
En fin, todo lo anterior para preludiar una sucinta crítica de un libro que me ha dado para dos sentadas. Recortes de mi vida, de Augusten BORROUGHS, como dije. Hoy pretendía hablar de este fin de semana parcialmente esquiado en Cerler, y abrigaba una cierta necesidad de explicaros lo de la renacentismidad que a todo hombre de bien debe acudirle, pero vamos a dejarlo estar, que no es cuestión de mixtificar tanto, tanto. Quería hablar también de los móviles de los hijos adolescentes, pero para qué. E incluso de qué es Caol Ila, pero eso sería definitivamente innecesario aquí, ahora, hoy.
Sin embargo, antes de que se ponga de moda hablar de la imposible novela de que quiero hablar es imprescindible hacer una exégesis. Sobre todo porque si no Dwalks me crujirá, que lo sé yo.
John IRVING es un tipo que no escribe mal, sólo que en España era bastante poco conocido cuando yo leí lo primero suyo que cayó en mis manos, A Prayer For Owen Meany, traducido como 'Oración por Owen'. Seguro que habréis visto alguna de las películas basadas en sus novelas (con los años, supe que el amigo Irving era un best seller absoluto en los US. También supe que era un pelín recurrente en cuanto al uso de sus angustias de fondo a la hora de basar sus numerosos e improbables argumentos): lo de la Casa de la Sidra, Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra. Había también una película basada en el Owen Meany, pero daba grima, considerando que se basaba en una de las mejores novelas que yo leí en los ochenta (y está publicada en Octubre de 1989). En leyendo, me juego algo a que habréis disfrutado con El Mundo Según Garp.
En fin, a lo que iba. Parece que Annete Bening y Gwyneth Paltrow, junto con Joseph Fiennes y Alec Baldwin van a protagonizar una película basada en Recortes de mi vida. Y la verdad es que la novela, escrita por un tipo de más o menos mi edad, supuestamente autobiográfica, es una especie de relato escrito por Irving muy, MUY pasado de tripis. A primera vista, uno piensa que tanto desafuero es imposible (lo que la novela cuenta es la autobiografía de un chaval gay que recién entrado en la adolescencia ve como sus padres -él alcohólico, ella lesbiana- se separan con previo riesgo de mutuo homicidio y él aterriza en la casa del psiquiatra de su madre -que finalmente le prohijará- , cuyo hijo adoptivo de treinta y tantos, igualmente homosexual le iniciará en los correspondientes secretos sexuales, mientras Augusten vive en el perfecto y absoluto caos contextual de la casa del psiquiatra (Dr. Finch, por cierto), descubriendo entre otras -muchas- cosas que desea ser propietario de un emporio de productos capilares.
La novela -¿autobiografía?- tiene notables valores, sin perjuicio de un exceso escatológico que a mí, francamente, me jode. Pero me ha gustado, qué coño, me ha gustado mucho. Eso no es lo más importante, no obstante, que os quiero contar hoy. Leyéndolo (por cierto, en tres sentadas: lo compré el viernes en Los Portadores de Sueños, ese lugar excelso, y esta mañana la he concluido) me he puesto a pensar en el garaje de mi amigo Dino, hijo de un piloto yanky que tenía un chalet cerca del de mis padres, en cuyo garaje, donde descansaba un Ford Torino igual que el de Starsky, se escupió a mis ojos la capacidad de derroche de los estados unidos -la minúscula es intencionada- y en cuya cocina y salón ví el desastre familiar de una familia yanky -desestructura, falta de la limpieza normal en una casa española, grandes cajas de helado tiradas por todas partes...), aunque en el matrimonio él fuese un chicano con cara de lagarto y gafas Ray-Ban de pera de esas que años más tarde llevaron todos los macarras, y ella la sorianita cutre que se dejó follar en un aterrizaje en la base americana de Zaragotham. Y aunque mi amigo tuviese una beisbolera de cuero de las de verdad. Me ha hecho pensar en los usa setenteros, en Jimmy Carter y sus cacahuetes, en la cutrez esencial de los setenta (cuando veo unos cuellos de camisa de quince centímetros echo la mano al revólver, las lentejuelas me dan arcadas...), en Kiss, en Reagan financiando a Irán contra la URSS...
El libro, que se pretende autobiográfico (insisto en la duda, que me hace evidentemente censurable por burgués. La verdad es que me resulta excesivo tanto desafuero. Cuando lea la primera entrevista o las primeras evidencias poniendo de manifiesto que el libro SI es plenamente memorioso, igual me veo obligado a dejar una nota aquí en pública muestra de vergüenza) es ingenioso, si se sabe de qué habla cuando se habla de un Volkswagen Coupé desde la perspectiva de los setenta, o un Pinto (y su explotabilidad), o si uno puede analizar qué es un sedán Mercedes diesel a los ojos de un adolescente yanky de principios de los ochenta.
Lo que ni por el forro diría yo de Recortes de mi vida es que se trata de unas "memorias horriblemente divertidas y mordientes". Hace falta estar muy torrado para pensar eso, o que es una "hilarante crónica" o "irresistiblemente cómica". Pero no dejéis de leerla. Es IMPOSIBLE que en Estados Unidos alguien tenga los cojones (mejor: las gónadas) para dirigir y producir una película que realmente refleje ni siquiera el 75% del libro.
Aquellos de vosotros que tengáis una cierta conciencia de lo que es la literatura americana, perdón, norteamericana, perdón, estadounidense, sabréis que en ella hay un par de flancos o más bien tres; uno, cubierto por aquellos que evidencian de un modo u otro su condición de británicos frustrados; por otra parte, están los otros (check next issue, please); y finalmente están los que describen lo que en realidad son los U.S.A.: descriptores de la chaladura, o sea. Los USA son el único lugar del universo donde uno puede ser un poeta, un megafascista y un patriota (en el sentido democrático del término, y si no entiendes esto háztelo mirar) al tiempo, no sé si me explico.
En fin, es lo mismo; a los efectos de mi análisis, lo importante es que uno puede ser un súper-escritor -brillante, genial- y a la vez un torturador (coñazificador) de estudiantes de secundaria: un ejemplo, SALINGER. Se me dirá que Cela cabría en esa descripción (todos nos hemos tenido que chapar lo de la Alcarria o el Pascual Duarte a los quince o dieciséis), pero es falso: Cela era un individuo que absorbía agua por el ano, estaba obsesionado con arrejuntarse con una individua más joven que él e hipotéticamente revestida charme (cosa que también le pudo pasar a BORGES, sólo que éste SI era un genio, no como el tipo ése con pinta de Mr. Pump -y asumo que esto es una cita para hergéfilos de alto voltaje-) y aún pretender el Nobel, cosa ésta última que en si misma no está mal per se, pero que le deja a la altura del betún si se le compara con un tipo que apenas se muestra en público, y a quien el hecho de que su novela sea el modelo a exponer a los adolescentes se la trae al pairo. Cela tiene alguna cosa escrita muy merecible, cierto, pero en esencia es más bien innecesario, sobre todo a partir del punto en que empieza a estar más preocupado del diámetro de su panza a efectos de que el chaqué le quepa; bref, lo cierto y verdad es que mucho de lo que escribió carece en términos absolutos de interés. Borges era formidable. Cela es un tipo cuyo prestigio se construyó, básicamente, a golpes de pedo, al menos si se toma en consideración a la gente viva hoy en día.
En fin, todo lo anterior para preludiar una sucinta crítica de un libro que me ha dado para dos sentadas. Recortes de mi vida, de Augusten BORROUGHS, como dije. Hoy pretendía hablar de este fin de semana parcialmente esquiado en Cerler, y abrigaba una cierta necesidad de explicaros lo de la renacentismidad que a todo hombre de bien debe acudirle, pero vamos a dejarlo estar, que no es cuestión de mixtificar tanto, tanto. Quería hablar también de los móviles de los hijos adolescentes, pero para qué. E incluso de qué es Caol Ila, pero eso sería definitivamente innecesario aquí, ahora, hoy.
Sin embargo, antes de que se ponga de moda hablar de la imposible novela de que quiero hablar es imprescindible hacer una exégesis. Sobre todo porque si no Dwalks me crujirá, que lo sé yo.
John IRVING es un tipo que no escribe mal, sólo que en España era bastante poco conocido cuando yo leí lo primero suyo que cayó en mis manos, A Prayer For Owen Meany, traducido como 'Oración por Owen'. Seguro que habréis visto alguna de las películas basadas en sus novelas (con los años, supe que el amigo Irving era un best seller absoluto en los US. También supe que era un pelín recurrente en cuanto al uso de sus angustias de fondo a la hora de basar sus numerosos e improbables argumentos): lo de la Casa de la Sidra, Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra. Había también una película basada en el Owen Meany, pero daba grima, considerando que se basaba en una de las mejores novelas que yo leí en los ochenta (y está publicada en Octubre de 1989). En leyendo, me juego algo a que habréis disfrutado con El Mundo Según Garp.
En fin, a lo que iba. Parece que Annete Bening y Gwyneth Paltrow, junto con Joseph Fiennes y Alec Baldwin van a protagonizar una película basada en Recortes de mi vida. Y la verdad es que la novela, escrita por un tipo de más o menos mi edad, supuestamente autobiográfica, es una especie de relato escrito por Irving muy, MUY pasado de tripis. A primera vista, uno piensa que tanto desafuero es imposible (lo que la novela cuenta es la autobiografía de un chaval gay que recién entrado en la adolescencia ve como sus padres -él alcohólico, ella lesbiana- se separan con previo riesgo de mutuo homicidio y él aterriza en la casa del psiquiatra de su madre -que finalmente le prohijará- , cuyo hijo adoptivo de treinta y tantos, igualmente homosexual le iniciará en los correspondientes secretos sexuales, mientras Augusten vive en el perfecto y absoluto caos contextual de la casa del psiquiatra (Dr. Finch, por cierto), descubriendo entre otras -muchas- cosas que desea ser propietario de un emporio de productos capilares.
La novela -¿autobiografía?- tiene notables valores, sin perjuicio de un exceso escatológico que a mí, francamente, me jode. Pero me ha gustado, qué coño, me ha gustado mucho. Eso no es lo más importante, no obstante, que os quiero contar hoy. Leyéndolo (por cierto, en tres sentadas: lo compré el viernes en Los Portadores de Sueños, ese lugar excelso, y esta mañana la he concluido) me he puesto a pensar en el garaje de mi amigo Dino, hijo de un piloto yanky que tenía un chalet cerca del de mis padres, en cuyo garaje, donde descansaba un Ford Torino igual que el de Starsky, se escupió a mis ojos la capacidad de derroche de los estados unidos -la minúscula es intencionada- y en cuya cocina y salón ví el desastre familiar de una familia yanky -desestructura, falta de la limpieza normal en una casa española, grandes cajas de helado tiradas por todas partes...), aunque en el matrimonio él fuese un chicano con cara de lagarto y gafas Ray-Ban de pera de esas que años más tarde llevaron todos los macarras, y ella la sorianita cutre que se dejó follar en un aterrizaje en la base americana de Zaragotham. Y aunque mi amigo tuviese una beisbolera de cuero de las de verdad. Me ha hecho pensar en los usa setenteros, en Jimmy Carter y sus cacahuetes, en la cutrez esencial de los setenta (cuando veo unos cuellos de camisa de quince centímetros echo la mano al revólver, las lentejuelas me dan arcadas...), en Kiss, en Reagan financiando a Irán contra la URSS...
El libro, que se pretende autobiográfico (insisto en la duda, que me hace evidentemente censurable por burgués. La verdad es que me resulta excesivo tanto desafuero. Cuando lea la primera entrevista o las primeras evidencias poniendo de manifiesto que el libro SI es plenamente memorioso, igual me veo obligado a dejar una nota aquí en pública muestra de vergüenza) es ingenioso, si se sabe de qué habla cuando se habla de un Volkswagen Coupé desde la perspectiva de los setenta, o un Pinto (y su explotabilidad), o si uno puede analizar qué es un sedán Mercedes diesel a los ojos de un adolescente yanky de principios de los ochenta.
Lo que ni por el forro diría yo de Recortes de mi vida es que se trata de unas "memorias horriblemente divertidas y mordientes". Hace falta estar muy torrado para pensar eso, o que es una "hilarante crónica" o "irresistiblemente cómica". Pero no dejéis de leerla. Es IMPOSIBLE que en Estados Unidos alguien tenga los cojones (mejor: las gónadas) para dirigir y producir una película que realmente refleje ni siquiera el 75% del libro.
10 comentarios:
Hans, se pierde una en las ramificaciones mentales que te salen a cada paso. Que quiere una leer el post rápido y es imposible, que a cada párrafo hay que volver pá tras. Denso. Epatante. Denso. Ilustrativo. Denso. Uf, lo hará el oficio?
En resumen, te habrán gustado los recortes, pero a mi que no me gustan excesivamente las perversidades ociosas resultantes del bienestar capitalista, me suenan francamente mal (de nuevo la tortuga dartagnan al ataaaaakeee...!!!). Ríase, me lo merezco. Pero respecto a los recortes, creo que - escasa de tiempo como voy - aplicaré aquel principio de sabiduría ajena por el que no hay que probar ciertas cosas para saber que no te gustarán.
Yo no comparto tu odio a Salinger, antes bien, pienso de él todo lo contrario, pero eso ya lo sabes.
Xurri.- Es posible que sea demasiado denso. La novela es como es, y como creo que he descrito (aunque verás luego mis objeciones al respecto. Al respecto de la calidad de mi descripción). Se puede leer, en serio.
QL.- He debido explicarme mal. Mi odio -no exactamente odio, debo decir, pero es por seguir lo que dices- es por CELA, no por Salinger. De hecho, creo que eres la lectora más fiel de Salinger que conozco, con mucha diferencia:-D
Yo si he leido algo mas de John Irving que "El mundo segun Garp". O, mejor dicho, lo he intentado. Pero no he conseguido acabarlas. Si bien "El mundo segun Garp" me gusto, bastante incluso, el resto (y por el resto entiendo las otras dos que he empezado y nunca terminado, cuyos titulos he olvidado, claro) me parecen malas. Pesadas, aburridas, reiterativas. Malas, en fin.
Eso si, coincido plenamente con la joven Leona. Salinger me gusta mucho, mucho.
Y sobre Cela... estoy de acuerdo, pero es que el Nobel se lo dieron tambien a un tal Hemingway. Que ya me dira ud. que escribio ese hombre para merecer un Nobel...
No te falta razón, ni en cuanto a Irving (creo que en casa están casi todos sus libros, pero los últimos los leí con algo parecido al hartazgo por reiteración) ni en cuanto al Nobel. Puestos a buscar ejemplos absurdos, tenemos también a Benavente (es un ejemplo, que diría mi hija pequeña); en todo caso, no creo que se pueda comparar a Hemingway con Cela. Aquél, al menos, tuvo la decencia de volarse los sesos.
Cuando leí a Salinger por primera y única vez, su libro altamente explotado en la adolescencia me pareció también altamente sobrevalorado.
Debió ser por la inconsciencia de mi juventud, pero como la misma se mantiene vigente a día de hoy no le daré otra oportunidad, probablemente y por lo que dice QL, errando de manera mayúscula.
Fíjate qué cosas. Cuando iba al instituto reinaba ya la anarquía en las aulas y no nos hicieron leer más que La Colmena. Y, en otros momentos, he leído lo de Pascual Duarte y lo de La Alcarria y me han gustado ambas. Admito que lo segundo, más por motivos personales que literarios, pero me han gustado y no me han parecido un tostón. Aunque es cierto, Cela era para pegarle dos h*stias y la perra del demonio de su viuda (y lo digo con conocimiento de causa), para gasearla directamente.
"Cela es un tipo cuyo prestigio se construyó, básicamente, a golpes de pedo, al menos si se toma en consideración a la gente viva hoy en día".
Lo que dices es cierto pero no por ello injusto, porque Cela fue el gran revitalizador de la narrativa española de posguerra. Mientras los demás incompetentes se dedicaban a escribir panfletos (me da igual odas a Franco que repetidos clichés de obreros buenos y patrones malos) Cela publicó dos libros imprescindibles como "La familia de Pascual Duarte" y "La colmena" (este último lo publicó Losada en Argentina, porque el régimen no lo aceptaba). Evidentemente, son dos libros que - una vez más - no se deberían leer en el instituto, sino unos años más tarde.
En cualquier caso, la mejor novela de Cela es, con mucha diferencia, "San Camilo 1936". Para mí, la gran novela de la segunda mitad del siglo XX junto a "Tiempo de silencio". Aunque ya sabemos que que Martín-Santos no es santo de su devoción, Herr Hans...
Would, escucha a QL hablando de Salinger, pues lo ha leido con la debida atención (y yo a su rueda, aunque no me gusta en la misma medida).
No niego las virtudes del Pascual Duarte ni de La Colmena, para nada (las leí, por supuesto, hace muchos años. 14 ó 15 años tenía yo, si no recuerdo mal). De hecho, hasta lo de la Alcarria tiene su aquél. El pestífero es él, y una inmensa cantidad de sus obras posteriores a las mencionadas. No he leido San Camilo 1936, de modo que no opino (tomo nota, Querido Arbusto. La leeré, no te quepa duda)
¡Vaya!, me había explayado y con estas cosas de que ya no sabe uno de qué versión de blogger estamos hablando, se ha ido al peo.. Lo intentaré más tarde
Publicar un comentario