29 marzo, 2006

Cosas simples de la vida.

De siempre, el nombre que he dado a Zaragotham ha sido "Ciudad en medio del desierto". No hablaré aquí de las cosas esas del agua, de la supuesta insolidaridad que nos imputan algunos levantinos, de tantas tonterías: quien se quiera enterar de lo que hablo, que venga a Zaragotham y tome desde ahí la Nacional II, y se dirija, bien dirección Madrid (mutando en A2) , bien dirección Barcelona (mutando, si se toma la autopista de peaje, en AP-2: los de tráfico son tan jachondos como liantes; encima, si damos la referencia de ruta europea, E-90 creo, la cosa se complica aún más); o que coja la Carretera de Valencia hasta Teruel; en fin, que salga en la dirección que quiera: sólo la autovía que lleva dirección Huesca, ya muy a proximidad de dicha pequeña ciudad y por ello del hermoso prepirineo, luce junto a sus arcenes una cantidad significativa de verde. Todas las demás direcciones posibles sumergen al viajero en diversos tipos de desierto: muy Arizona Style en el caso de la dirección Valencia, o lo más crudo y secarral de los Monegros, o las horribles tierras arcillosas de otros puntos de la Rosa de los Vientos (abundantísimos y contundentes, también, en mi tierra). Mi tierra es una tierra dura, Terre des Hommes que decía Saint-Exupéry hablando de otras tierras… no tan lejanas.

(Esto me hace pensar que si pudiese grabar un mp3 con facilidad, sólo guitarra y voz, os dejaría colgado un castpostcast con un viejo tema mío que escribí hace muchos años y que, siendo sólo parcialmente referencial en su texto, me hace evocar con precisión la sensación de una noche en mi tierra).

Ayer tuve que irme de maniobras a una pequeña localidad para llegar a la cual he de seguir la AP-2 y luego desviarme hacia la derecha, hasta llegar a un meandro del Ebro, lo que llaman el Mar de Aragón. La localidad se llama Caspe y sólo sonará a los aficionados a la Historia por la cosa del Compromiso de Ídem. El pueblo no está especialmente mal (considerando que en general los pueblos de la provincia de Zaragotham son horrorosos, máxime comparados con por ejemplo los de la Provincia de Sevilla), pero lo que realmente me gusta son los cuarenta kilometrillos que hay entre la autopista y el lugar, y, sobre todo, un fragmento de ruta que atraviesa unos montecillos con montones de pinos. Una carretera MUY revirada con un firme, snif, no muy bueno.

Ayer, mis cuarenta kilometrillos tenían obras en diversos parajes. Al regreso de la gestión, tal cual iba a salir a la carretera, paré el coche y quité la techumbre, y así recorrí, con el fondo musical del primer disco de Undrop, la ruta hacia la aburrida autopista. Suave, sin correr. Escuchando Try to apreciate the simple things of life, que decía el cantante de la banda. Cuando llegó el paño de curvas me divertí con ello adecuadamente -sin dejar que la zaga se me desmandase en ningún caso-. Lo cierto es que todo ese trayecto me hizo disfrutar de una cara de felicidad esplendorosa por el retrovisor.

Desde finales de enero he pasado un periodo complicado, angustioso algunos -demasiados- días. Mucho. Casi han llegado a poderme jornadas sin sol. Ayer, bajo el cielo azul y despejado y con ese solecillo que se le pegaba a uno a las manos, dediqué una media hora a olvidarme y a pensar en disfrutar las cosas simples de la vida.

Luego tuve una comida que puede ser importante, pero eso se verá en su momento, más adelante, espero. nunca vendo pieles de osos que aún no he cazado. Pero lo que hoy quería decir es que ni siquiera la tarde tremenda de trabajo hasta las 22.15 (habiendo comenzado a las 08.00) pudieron borrarme algo de ayer que me es envidiable, objetivamente: el viento en la cara de las doce de la mañana, cantando a voz en grito por mis curvas There is a train, don’t let it leave without you, don't let it pass without you, just get on it.

6 comentarios:

Xurri dijo...

Hey, guy, I wanna ticket for that ride!!

J. dijo...

Cuando abandoné Madrid para asentarme en toda regla en Valencia, muchos amigos me felicitaron por abandonar los atascos y la sobras de Madrid. Por lo visto, ir por la M-30 a la altura del Calderón es como ir en el coche de Carlos Sainz.
Desde hace unos días me estoy comiendo cada día más obras (que de repente aparecen sin avisar de un dia a otro) desde mi casa en la playa hasta la oficina. Se trata de 8 km en coche y unos 20 minutos. Ayer contabilice unas 15 obras (sin incluir simples vallas que debes esquivar con el coche). Es decir, una obra cada 500 metros.

Yo llevo dos CD's en el coche desde hace unos dias: "Witching Hour" de Ladytron, y "El Sonido De Los Colores" un disco del cual contaré mas otro día.

Anónimo dijo...

Empieza la época en la que es peligroso asomarse a la ventana, porque dices "con este cielo, ¿qué hago yo trabajando?"

Hans dijo...

Sue, estoy atornillado al sillón del despacho mientras ahí afuera hay un solecito de lo más agradable. Y yo no tengo mar, pero desde luego un paseíllo si que me daría. O dos. Joder.
Xurri, ya sabes que cuando quieras, a tu disposición.
Nuria y Jose, bienvenidos a este su blog ;-D

Achab dijo...

Si es lo que tiene haber sido un amr interior... d ehecho yo una vez escribí un poema sobre eso, pero ni harto de vino, Viña Mayor reserva, lo pienso soltar.

Diego dijo...

Desde hace algunas semanas me sorprendo parando el coche en el arcen de alguna carretera secundaria para mirar algun valle lleno de pinos, o alguna playa atlántica desierta. Algunas actitudes y algunos paisajes me demuestran que me voy haceindo mayor.