01 septiembre, 2009

Ah, l'été...


Verano, ese periodo del año en que se disfrutan las vacaciones. Oh, cuán gozosos momentos...

... en su caso (joder).

Digamos que una vez más la actualización de este su bló se ha demorado eones. No me tomo la molestia de justificarme: soy un puto desastre, lo sé. Eso sí, así como otros años he aprovechado la tradicional molicie estival y los tiempos vacacionales para publicar algo, este año no ha podido ser.


Programaba para mis adentros una entrada (con potencialidad -a corto y medio- de expansión en varias subentradas posteriores) ordenada a aclarar a mi ya casi inexistente audiencia mi transtienda espiritual-musical: esto es, hablar de mis músicas, de aquellas bandas que son referencia obligada si se habla de Hans como músico. Había reflexionado acerca de cómo agruparlas, en qué orden se hablaría de unas y otras cosas, cómo evitaría replicar al insigne HORNBY. En fin, que lo tenía claro: como quiera que, además, el yutube ése facilita la ejemplificación, iba a ser incluso didáctico para todos Vdes.



Acariciaba pues -se ve- un blogoproyecto ambicioso en estos tiempos de desidia bloguera generalizada, que, en concreto, se ejecutaría en las tardes francesas de agosto. Hasta ese momento, moderadas tomas de sol en playa y piscina onubense (Islantilla, por más señas), bien de gambas y fino, alguna película (ciertamente Enemigos Públicos, que ví mucho más tarde y mucho más al norte de lo planeado, como explicaré infra).

Pero no. No pudo ser, como verán Vdes. seguidamente.

Hay que decir, también, que este 2009 (al menos sus primeros siete meses, hasta el mismo día 2009-07-31) ha sido año de mucha sobrecarga para Hans. Muchísima. Es norma de la casa no dar la brasa con mis labores en tanto Kapellmeister de una de las Asociaciones Provinciales de Asentadores de Plantas de Jardín, pero lo cierto es que la absorción por aquélla de otra de las existentes -eso, entre otros muchos motivos, entre los que se incluyen ciertos efectos de la crisis esa que el mentiroso subnormal quiere solventar subiendo los impuestos- ha dado bastante mal y ello es elemento necesario para comprender el status prevacacional de Hans.

En síntesis: que estaba muy, pero que muy cansado y necesitaba vacaciones como agua de mayo. O de agosto, por ser más exactos: empezaba el mismísimo día 31.

Así, a priori, mis vacaciones partían de una base ambiciosa, muy europea, muy poco yanky: tres semanas como tres soles; la primera, en el hermoso Sur de la Patria; la segunda y la tercera, en Aix-en-Provence, bellísima localidad de la Provenza francesa (como su propio nombre indica) en que, siguiendo el modelo oxoniano de Chez Hans, seguiríamos cursos de francés, cada uno de los cinco a su nivel. Cualquier Kapelmeister equivalente a mí pero ejerciente en, pongamos Boston (Mass.) se tiraría de los pelos de envidia con veintiún días de holganza.


Pero claro, debemos considerar que toda la primera semana la pasé en casa de mi suegra, que el propio día 1º de agosto procedió a causarse un esguince doble; a pesar de su insistencia de ella, la pobre, que nos empujaba montada en sus muletas para que nos fuésemos, hubimos de quedarnos a dar apoyo moral y físico, eso sí, a 44 grados a la sombra y sin playa en un radio de 120 km. alrededor. En honor a la verdad, las sesiones de lectura fueron largas y provechosas, así que en ese sentido no se estuvo mal: varios Camilleri, varios Mendozas, varios Connolly, y algunas cosillas más que tal vez comente en otro momento. Esa fue, pues, mi primera semana de vacaciones. O mejor, de nocaciones.

En fin, en que hubo llegado el findesemana nos regresamos a Zaragotham para el preceptivo cambio de maletas y re-salida dirección Aix, donde llegamos después de comernos una cantidad importante del pastel de bouchon que los sábados preparan para la concurrencia en la Languedocciene. Para apenas setecientos kilómetros, algo así como diez horas de coche.

Hay dos escuelas para explicar los vértigos estratosféricos que sufrí a partir del mismo día que llegué a la Galia: la tesis del stress (causa de mi 'sindrome vertiginoso' a decir a la primera médico francesa que me atendió) y la tesis de la sobreconducción (causa del diagnóstico, más preciso según parece, de mi otorrinolaringólogo español, 'vértigo posicional paroxístico benigno'). Cualquiera de los dos títulos de enfermedad son de lo más sugestivos: lo de 'vertiginoso', a mí, me pone un puñao, la verdad. Tal sugestividad no oculta la severa putada que comporta tener vértigos en vacaciones. Copón.

La suerte es que el alojamiento en Aix había sido buscado con cuidado, y se trataba de una bonita edificación en dos alturas, con toques loft, con buen gusto, amplia y cómoda (lo siento, sé que hay fotos por casa pero no tengo manera de acceder a ellas). No sé cómo lo hubiese pasado si me hubiese tenido que pegar una semana entera sin salir de casa en un chamizo infame, pues esa fue mi segunda semana de nocaciones. Casi toda ella en la cama, btw. En honor a la verdad, pude -en medio de vértigos espeluznantes- dormir bien, así que en ese sentido no estuvo mal (¿de qué me suena esta frase?).

En fin, cuando llegó la tercera semana, los vértigos habían remitido -parcialmente- de manera que, al menos, podía asistir a mi curso y reforzar mi autoestima francoparlante sin excesivo sufrimiento, hasta el mediodía. Luego ya, en general, me moría (aunque un día pudimos hacer una excursioncita de 25 kilómetros o así), pero bueno, no me quejaré. Admitiré que he tenido una tercera semana de ¿vacaciones?.

Llegamos el domingo a Zaragotham, después de paso fulgurante por Cadaqués para degustar la preceptiva paella del Ix (la mejor del Mediterráneo, digan lo que digan los valencianos). El lunes trabajaba. Fue enfundarme un traje y anudarme una corbata, et voilà, s'ayez, c'est finis. Como Hans es I-DIO-TA (ya lo decían Los Ronaldos), llegado que fue el martes ya estaba ferpectamente. Como una rosa. Cagandome en todo, pero como una rosa.


Ah, bueno, y ví, ya en Zaragotham, la película ésa que decía por ahí arriba. Qué cuidada ambientación, qué atrezzo exquisito, qué decorados impecables, qué banda sonora -original, audaz, brillante-, qué rigor técnico... y qué mierda la norma americana que fuerza que las películas duren casi dos horas y media para contar historias que se resolverían en 80 ó 90 minutos con toda dignidad, y sólo por motivos de taquillajes. Esa es la losa de la película. Por lo demás es buena.

Así que eso: he tenido unas vacaciones propias de Kapelmeister de Asociación Provincial de Asentadores de Plantas de Jardín con ejercicio en, pongamos, Boston (Massachussets). Pero sin tanto $, claro.

Espero que las suyas de Vdes. hayan sido más dignas. Las vacaciones, digo. Besos & abrazos a todos.