
Desde tiempo inmemorial mis Navidades transcurren en el hermoso Sur, que es de donde es la bella MBO. Este año, después de la tradicional discusión vamosencoche-no,vamosentren, de la que -naturalmente- salió victoriosa MBO, y después de haber sido expoliados (hasta un grado que resulta obsceno reflejar en un blog decente como este) por la RENFE, montamos en el AVE los cinco dirección Sevilla (manda cojones... los billetes fueron adquiridos en Noviembre, y con todo y con eso no hubo modo de conseguir plaza para los cinco en el directo ZAZ-Sevilla; hubimos de cambiar de Altaria a AVE en Madrid). Algún día explicaré por qué me gusta TANTO viajar en coche, y TAN POCO viajar en tren. Valga como indicación el hecho de que me desasosiega ilimitadamente (ya desde la noche anterior, siempre) la imagen del culo del tren que huye en la estación dejándome en tierra por llegar algo así como doce segundos tarde. Vaya por delante que es mera fabulación: jamás he perdido un tren. Me altera. Diréis que también puede pasar con los aviones, pero no. No sucede cuando vuelo, que es algo que me gusta muuuuucho. Pero a MBO no. Así que.
Partiendo de la base de que como es obvio a mí la Navidad NO me gusta, es lo cierto que el rigurosísimo régimen de Tio Pepe, caña de lomo y jabugo a que me somete mi querido Suegro no me sienta nada mal. Tampoco va mal dormir bien más de diez horas. Los agradables paseos semicampestres con MBO entre tripeada y sueño tienen la virtud de equilibrar el asunto (jatetú... lo mismo sucede que esta Navidad será recordada con agrado por eso). Y si encima la parienta (qué lamentable limitación del lenguaje escrito, no poder imprimir el adecuado sello de desagrado si no mediante la cursiva, mediante el uso de un término insuperablemente despectivo) de mi cuñado tiene a bien no estar, la cosa casi se redondea. Da lo mismo la debacle regalera (digamos que es el flanco más débil de las Navidades en casa de la familia de MBO de siempre, pero este año ha sido tremendo). Incluso la tremebunda ruidera que generan los innumerables under-fourteen que hay par tout no resulta tan dañina... qué caramba, aunque a mí la verdad es que los niños (los ajenos, claro) no me hacen ni puñetera gracia, es cierto que su presencia da como "ambiente". O asín.
Me gusta ver a mis hijos jugando con todos sus primos/tios, pues tales superposiciones generacionales, tios más jóvenes que sus propios sobrinos, se producen abundantemente en la familia de MBO, que es una clásica del Sur. Más Saga que familia, de puro inmensa, con un Patriarca: el abuelo, que tuvo veinte hermanos y que ha tenido seis hijos... uno de los modelos más acabados de Caballero que he conocido: rigurosísimo consigo mismo, un hombre de Honor, que con casi noventa años sigue anteponiendo el Deber a cualquier apetencia personal, cariñosísimo con sus nietos y biznietos, que se conserva formidablemente gracias a su gimnasia sueca matutina y a que ha estado montando a caballo regularmente hasta hace nada, y que a pesar de ser una persona extremadamente conservadora no osa -por más que no comprenda nada- decir nada a ese nieto que arrastra greñas y barbaza entre jipiosa y jesucrística.
Días gastronómicos de poco experimento: la cocina tan tradicional como excelente de casa de mis suegros, apuestas clásicas en vinos buenos, Pesquera, 904, y ayer -ya en Zaragotham- un Abadía Retuerta Selección Especial 2000 que seleccionó MBO tomando unas tapas que estaba escandalosamente rico.
Lectura ligera la elegida para estas fechas tan entrañables y tan nuestras: una colección de relatos de un clásico de la policíaca tradicional, S.S. Van Dine

En el tren de regreso, ayer, cojo la agenda 2006 para empezar a anotar cosas, la lista de tareas a medio ejecutar, compromisos y citas ya concertadas, reuniones (y fabular con la idea de hacer un planning de ciertas reuniones forzosamente bimensuales y programarlas YA, establecer los órdenes del día YA, cerrarlas YA, convocarlas YA y olvidarme de ello YA... y demostrar con todo ello su cósmico absurdo. El de las referidas reuniones, claro. Luego he regresado a la realidad),
Termino de escribir, releo, me pregunto... ¿he sido capaz de reflejar la sensación de languidez de estos días en que no ha pasado nada?.
Ah, bueno, sí. Si que ha pasado algo: os he echado de menos.