Pero no. No es mi caso: no paro pero no lo cuento en demasía (salvo hoy: doble Ex, excepción-excusa) ni hago lucimientos de desaseo: antes bien al contrario; llegaré al infarto por stress con un aspecto impecable.
Y miro la fecha: joder, qué de tiempo sin actualizar. Qué cantidad de cosas -aunque no muy importantes desde una perspectiva cósmica, cierto- han sucedido. Cosas tales como que mi hija pequeña, UPFm, ha hecho su Primera Comunión, cosa que a algunos de entre vosotros, agnósticos confesos, os resultará entre indiferente y prescindible, cuando no celebración de un rito ancestral de escaso interés y nulo valor :-D. Pues bueno, pues muy bien: para nosotros, no. De hecho, MBO, que es bastante pétrea y poco lloricosa, soltó el trapo. Y yo, claro, también. Emociones, oigan: emociones.
Cosas tales como que MBO y yo hemos celebrado el pasado día veintiuno –entrada de la Primavera- el décimo-quinto aniversario de nuestra boda en la más estricta intimidad, si hacemos abstracción del momento en que el camarero del restaurante al que fuimos a comer mano a mano se acercó con un ramo de flores y un postre decorado con corazoncitos de chocolate y sirope de fresa, ‘felicidades’ y esas cosas. El señor propietario es muy amigo, y le pareció conveniente que, como instante culminante de un almuerzo exquisito por demás, MBO pasase mucha vergüenza. Por cierto que, por primera vez, nos tomamos un tinto de origen valenciano realmente espectacular. Incapaz de recordar el nombre.
Digamos que lo anterior es el envés del hecho de que, en torno nuestro, empieza arreciar la tempestad: tres parejas de amigos de aproximadamente nuestra edad se separan. Rabia, dolor, decepción y futuro entre incómodo, incierto y triste. Dura la situación de ella, que se queda con los niños, y habrá de arrostrar las consecuencias jodidas de la p/maternidad en soledad: enfermedades, encomiendas, deberes. Todos los días. Sola. Dura la de él, condenado a ser padre de mall de fin de semana, de recoger a sus hijos sin tener el guión completo de cada semana para saber qué es lo que hace que el niño esté triste, rabioso o enfadado con Pepito, pues nada sabe de eso que pasó el martes. Eso, sin considerar que, tratándose de personas decentes por lo demás, deberán tal vez dormir cada noche con la duda de si podrían haber hecho algo, algún esfuerzo, para evitar todo esto. A ellos y a sus hijos. No hablo de un polvazo circunstancial con un bollito de veinte años en ninguno de los casos. Estoy hablando, creo, de tres casos de desamor. De extinción de la ilusión, de tirar por el water un proyecto en común. Conviene tomar nota: hay esfuerzos pequeños que hacer para evitarlo. .
Más: celebración en la Academia del Aniversario de la Promoción de un primo de MBO. MBO jamás había estado en la Academia General Militar. Zaragotham, por si no se sabe, es una ciudad que ha sido importantísima en términos militares: cuando había servicio militar obligatorio (muchos no sabrán de qué hablo) aquí había un C.I.R. (centro de instrucción de reclutas) por el cual pasó media España. También había una Capitanía General que fue llevada a BCN cuando el Señor Pujol lo exigió: los militares hubieron de renunciar a una ciudad en la que se apreciaba su presencia en beneficio de otra donde se les escupe bastante (recuérdese que el año en que el desfile anual tuvo lugar en BCN hubo que hacerlo de tapadillo, no fuese que alguien se viese afectado), dada la implicación económica del asunto. Las mayorías relativas es lo que tienen.
Bueno, pues allí estuvimos viendo formar a los Cadetes, homenajeando a la cría conductora de ambulancia caída en acto de servicio en Afganistán, por ejemplo. Qué quieren que les diga: nuevamente, es posible que sea irracional, pero me gustó que mis hijos se enfrentaran a algunos conceptos que desde luego no están nada de moda: deber, lealtad, honor y tradición... y el silencio y el respeto cuando se produce la llamada a filas de un caído. O una caída.
MBO se fue a Milán el pasado fin de semana con sus amigas, por obra y gracia de los vuelos económicos, que hacen que uno haga lo que en todo caso debería haber hecho antes. A destacar la bolsa de funghi porcini que esta mañana ha convertido en un espectacular rissoto (glorioso. Glorioso. Qué cosa más exquisita, y qué bueno el Rioja Alta Reserva 2001 acompañante). Casi tanto -espectacular- como un par de zapatos que me regaló. Sí. La zapatería italiana, cuando se pone, se pone. Jurl.
Ayer tarde, momentos de esquizofrenia: después de un Consejo –o mejor, de una comida de Consejo después de, entrando a un garito a tomar un refresco previo al regreso al hogar, me veo a mi mismo (por supuesto, traje azul marino raya diplomática y corbata) acercándome al chico argentino de camiseta de tirantes, barba gruesa, sombrero de Blues Brothers, a preguntarle por la Epiphone de caja que empuña, por el calibre 0.13 de sus cuerdas. El chaval me enseña el resonador: preciosa caja con hechuras de Gibson ES 355. Convenimos en lo bien que esos aperos suenan sobre amplis Fender como el que hay sobre el escenario.
Después de cinco minutos desplegándome en la parte importante de mi mundo, regreso a la realidad cruel, a hablar con los consejeros sobre cuantías de las dietas o sobre la excelencia –o inutilidad- de este o aquel ejecutivo. En fin: la banda toca hoy en Zaragotham (lo relatado sucedió fuera de aquí, en otra ciudad), así que ya contaré: apuntaban maneras de merecer acudir esta noche a la Sala Zeta.